Igual que no puede haber un concierto de Camela sin que suene “Cuando zarpa el amor”, no puede haber unas elecciones municipales en Almería sin que el PSOE nos toque su conocida tecno-rumba “Barrios de primera”, el melocotonazo que abre y cierra todas sus playlist de campaña. Se trata de un clásico que ha sido versionado por toda la progresía almeriense, desde la izquierda bolchepija de grandes viajes y sonatas al atardecer, a la izquierda pellejera de bocata de choped en la agrupación. Un llenapistas con un ritmo que pide meneo: ricos y pobres, ellos y nosotros, en pie famélica legión, etcétera. Pero esto de crear la Liga de los Barrios, sin caer en la posibilidad de organizar festejos y recorridos con autobuses para celebrar los ascensos de Segunda a Primera, no es más que una nueva demostración de que hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes no es más que una idiotez. Y es que uno ya tiende a pensar que esta gente no lleva veinte años (el tiempo que lleva acumulando oposición) repitiendo estribillo por contumacia, sino por una tendencia natural a la maldad. El PSOE almeriense se siente cómodo en la división social, en la confrontación entre iguales y en la generación de conflictos. Son así. El guerracivilismo de baja intensidad no sólo les pone, sino que además lo consideran como una herramienta electoral beneficiosa. Aunque crear agravios entre barrios y fomentar la envidia son estrategias que producen el rechazo natural de una amplia mayoría de almerienses, los socialistas siguen avanzando decididamente por un camino jalonado por sus propios fracasos. Adriana Valverde ya perdió en 2019 hablando de esta liga clasificatoria de barrios y ahora, cuatro años después, insiste en la jugada. Veremos qué pasa. Pero mientras tanto, háganse esta sencilla pregunta. ¿En dónde viven los candidatos socialistas? ¿En barrios de primera o en barrios de segunda? ¿Hace falta que se lo diga?
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