“Si piensas que en España no hay racismo, es que eres blanco. Si piensas que no hay machismo, es que no eres mujer. Si piensas que no hay homofobia, es que eres hetero. La violencia en el fútbol ya estaba presente en los años 80 y 90. Había gradas llenas de ultras, pero les venían bien a los clubs. Decían que le daban color y vida al equipo, y los consentían e incluso les daban entradas gratis y premios, y la policía los protegía. La violencia ha derivado en algo más grave, en un fascismo racista alimentado por la pérdida de identidad individual en favor de la masa vociferante. El problema es que ahora, además, en las altas instituciones han entrado políticos que degradan la convivencia y eso se lleva a los campos, donde se esparce la mierda, sin valorar que a los campos también van jóvenes y niños. No es precisamente una lección de convivencia y tolerancia lo que les enseñan los berracos que suelen portar extrañas banderas fascistas y vociferan cánticos de otros tiempos. Se hace bullying a quienes “no son de los míos”. He leído que a un tal Guardiola se le gritaba “maricón” o “hijo de puta”, sin que pasara nada, y a otros jugadores les llamaban “monos” y les lanzaban plátanos. La pregunta es por qué se ha consentido por parte de la mayoría de los que están viendo esto. Y más aún, si hay protocolos contra esto, ¿por qué no se aplican? También he sabido que el presidente de la Liga de fútbol es un tal Javier Tebas, que fue miembro de un grupo fascista implicado en 1977 en la matanza de Atocha, llamado Fuerza Nueva, y que actualmente no esconde sus afinidades políticas con Vox. No se ha sabido ver el peligro y la deriva que está tomando la violencia en los campos de fútbol. Habría que preguntarse por qué estas cosas no ocurren en otros deportes. No pasa en el tenis, en la esgrima, en el waterpolo o en el baloncesto. El fascismo está impregnado en el fútbol de nuestro país, a pesar de que habitualmente se intente matizar como que es cosa de cuatro exaltados. Ya no parecen casos aislados. Duele decir que hay tolerancia con el racismo y con los violentos “menteplanistas” y otros especímenes con extrañas banderas y con los brazos en alto. Si se vaciaran los estadios cada vez que ocurre, se se jugara sin público, tal vez la pérdida de ingresos pudiera llevar a un mayor control y borrar tan deplorable imagen de la mente de todos nosotros y, sobre todo, de los jóvenes. A quien le corresponda, hay que pedirle que no eche balones fuera y tome las riendas, porque da asco y vergüenza y a los aficionados, que no consientan ésto.
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