¿Oyes sus campanillas? ¿Escuchas el coro de sus lamentos? ¿Entiendes bien la larga lista de tribulaciones que anuncian? ¿Ves sus rostros sombríos bajo el sayón? Pues salúdalos de mi parte, hombre, que son los cargos y cargas del PSOE almeriense -los de siempre- que han salido en procesión flagelante por las aldeas globales para infundir el temor al milenarismo que nos acecha. Entre los “que viene” y los “ya están aquí”, el argumentario progre de estos días oscila entre el apocalipsis polifónico y el despeñe diarreico, profetizando padecimientos sin límite y barra libre de amarguras si la gente, esa masa ignorante y necia que no sabe votar, acaba cediendo a la tentación de darle pasaporte democrático al Gran Maestre de la Superchería Suprema que, por el momento, sigue al frente del PSOE. Los mismos y mismas que en la inminencia del destete autonómico organizaron esa pintoresca “alerta antifascista” rodeando en Sevilla el Parlamento Andaluz, fletando autobuses desde Almería para escenificar el pánico ante lo que anunciaban como una avalancha de reducción de derechos civiles, vuelven a sacar a pasear el discurso del miedo a ver si así rascan algún voto más. Pero si la Peña Dodotis del socialismo almeriense dedicase esos mismos espacios y esfuerzos a analizar lo sucedido en los ayuntamientos y a conjurarse para no repetir los errores que han acabado forzando su práctica desaparición del mapa municipal almeriense, mejor les iría. Supongo que la consigna ahora es salir a profetizar el fin de los tiempos democráticos si no se vota al embustero de su jefe. Una huida hacia delante que puede cobrar tonos de verdadera catástrofe si, como apuntan la mayoría de encuestas, los nuevos intentos de dobermanizar a la derecha no sirven ya para frenar la oleada de cambio que pide un país hastiado y abochornado al ver a su desvergonzado presidente decir en una entrevista póstuma que él no miente; que simplemente cambia de criterio.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/258862/la-pena-dodotis-en-accion