Respetado presidente
Desconozco si su lejanía geográfica le habrá impedido conocer la historia del club que ahora preside. Podría recomendarle que se acercara a la osadía cercana a la quimera- la historia del fútbol en Almería siempre ha estado alentada por la temeridad- de quienes le precedieron, pero, sinceramente, no creo que le interese el pasado. El fútbol no tiene memoria y para quién ha comprado un club del que desconocía hasta sus más elementales señas de identidad, el camino recorrido no creo que le importe. No es, por tanto, de ese pretérito imperfecto del que quiero hablarle. Es del futuro.
Desde su inesperada llegada- quién le iba a decir a Guillermo Blanes que aquel club que creo desde el sueño de una noche de verano iba a interesar algún día a un ministro árabe-, desde su llegada, digo, el futbol almeriense entró en otra dimensión. El tiempo dirá si, cuando llegue el momento de su adiós- todos los proyectos presidencialistas tienen fecha de caducidad- el balance cosechado nos sitúa más en la satisfacción del Haber que en el desencanto del Debe. La forma con que se lleve a cabo ese adiós y el escenario deportivo en el que se produzca serán las circunstancias decisivas que marcarán de qué lado se inclina la balanza.
Cada partido son 90 minutos en los que incertidumbre entre el triunfo y el miedo de caer marcan el sentimiento de los aficionados. Cada mandato presidencial son etapas en las que la sorpresa de la llegada deslumbra como la luminosidad del rayo pero siempre es menos importante que la lluvia de realidades alcanzadas antes de la salida. La Liga ha vivido ya una acumulación de experiencias en las que a la euforia por la llegada de presidentes de extramuros le ha seguido la amenaza y el desencanto del abismo. Málaga y Valencia son dos ejemplos de cómo el inicial esplendor en la hierba ha acabado en el desgarro del fracaso deportivo y en la sombra amenazante de los acreedores.
La amenaza de esas sombras que han oscurecido el futuro de estos clubes históricos no está en el horizonte del Almería. Su decidida actitud y su incontestable compromiso con la ciudad y con el equipo son evidencias que no hay que poner en duda. El desarrollo de una estrategia que llevó al equipo a Primera y la construcción de un patrimonio futbolístico con jugadores que cada año suben su cotización forman parte de su legado presente y garantizan un razonable nivel competitivo, a la vez que una saneada economía. El futbol es un sentimiento romántico sustentado en la frialdad de una cuenta de resultados deportivos, pero también económicos
Los almerienses no olvidarán su legado presente ni su diseño del futuro cuando la Ciudad Deportiva proyectada en El Toyo y la ampliación del Estadio sean una realidad que quedarán como gran herencia de su paso por Almería, dejando unas infraestructuras de las que se beneficiará, no solo el club, sino los deportistas de la provincia.
Almería nunca se ha situado con una presencia consolidada en el mapa del deporte español. Solo Voleibol ha sido la excepción de una regla marcada por los vaivenes. Fútbol, baloncesto, boxeo o balonmano han navegado siempre en una montaña rusa en la que la alegría siempre ha sido menos duradera que el desconsuelo.
El ciclo iniciado bajo su mandato, aunque ha frecuentado el vértigo del abismo en dos ocasiones- el gol de Zarfino al Éibar y el penalti de Simón a Ramazani en Cornellá nos rescataron del infierno y nos llevaron al cielo cuando ya nadie lo esperaba- debe entrar en la próxima campaña en una etapa, si no de aspiraciones que podrían situarnos en la periferia de la utopía, sí, al menos, debe permitirnos situar la trayectoria del equipo un escalón por encima de lo conocido hasta el momento. Situarse en la zona tranquila de la clasificación ya es un escenario que nos aproximaría a la estabilidad que, no se olvide, es la antesala razonable de pretensiones más ambiciosas.
Esa deseada tranquilidad debe ser la meta. Pero con ganar una meta no se gana una carrera. El tiempo dirá si lo logra, pero su mayor victoria no se producirá solo en el terreno de juego. Su mayor éxito será lograr cambiar el rumbo del futbol en Almería. Y ese triunfo llegará si consigue romper con la tradición histórica que hacía que los abuelos llevaran a los nietos al campo y ahora sean los nietos los que piden a los abuelos que los acompañen.
Que Dios y Alá le acompañen en la aventura y le den suerte. Una suerte -o barakah, si la palabra le es más familiar- que no solo será suya, sino de toda una afición y de toda una provincia.
Atentamente
Pedro M De La Cruz, director de La Voz de Almería
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