El referéndum

El referéndum

Rafael Torres
23:23 • 20 abr. 2012
La cuestión no es si la Corona está dispuesta a acometer los cambios cosméticos necesarios para su supervivencia, sino si a los ciudadanos españoles se les va a seguir escamoteando su derecho a decidir el modelo de Estado que prefieren. A dichos ciudadanos se les ha contado que viven en una democracia, pero, simultáneamente, que no pueden elegir a la máxima magistratura de la Nación, pues ésta es, como la alopecia o los bienes inmuebles, de carácter hereditario. Si a ello se le añade el origen de la dinastía, el personaje que diseñó su restauración y el simulacro democrático por la que ésta fue consagrada, aquél referéndum constitucional del 78 que, sobre sus limitaciones y condicionantes, no votaron ni sancionaron millones de españoles, los que hoy tienen menos de 50 años, el resultado no puede ser otro que el que hoy bloquea una salida nacional hacia el futuro en los debidos términos de consenso y racionalidad.
De otra parte, más ceñida a los últimos acontecimientos protagonizados por la Familia Real, las cosas tampoco podían haber evolucionado, en puridad, de otra manera. Blindada por el tabú y la censura, encabezada por una persona irresponsable ante la ley, ocultos sus ingresos, sus gastos, sus finanzas, sus negocios y sus propiedades por un grueso e impenetrable manto protector, y desconectada absolutamente de la calle por la que transitan los ciudadanos, sus preocupaciones, sus intereses, sus necesidades y sus anhelos, la dicha familia tenía, tarde o temprano, que aparecer ante los ojos del común como una cosa algo marciana que no representa ni poco ni mucho al conjunto de las familias españolas, y prácticamente nada, como es natural, a los individuos.
Más parece mantenerse desde el poder la idea de que promover un debate serio y vinculante (referéndum) sobre el particular, sobre el régimen político de convivencia que prefieren los españoles, equivale a una acción de sabotaje casi terrorista, o desatentada o inconveniente en el mejor de los casos. Pero el reloj de la Historia no detiene por ello su tic-tac.






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