¿Qué parte de la expresión “¡Que te vote Txapote!” hay que condenar? Que lo precise Pedro Sánchez, quien con indignación fingida y solemnidad impostada conminó a Feijóo a rechazarla. ¿Se refiere a la salida de Navarra de la Guardia Civil de Tráfico pactada con los herederos políticos de los que asesinaron allí a unos cuantos agentes?, ¿o quizá al celo de los batasunos por las pensiones de las mismas viudas que sus admirados gudaris provocaron?, o incluso, ¿no se referirá a su pacto con Bildu para revisar “los derechos humanos” el primer año de gobierno de Felipe? Su socia parlamentaria Aizpurua, ex editora de Egin, celebraba que con ese acuerdo se abre “un camino para poner en jaque el relato de la Transición”.
La frase “¡Que te vote Txapote!” no es un producto de diseño electoral, es dura, áspera, y nace de la indignación de la gente por unas cesiones gratuitas a aquellos que aún no han condenado los asesinatos de ETA. Contiene el mismo dolor que llevó hace 26 años a miles de personas a vivir la mayor manifestación jamás celebrada en Almería.
Quien la pronuncia lo hace con rabia y si hace falta, la piensa en silencio días tristes como estos, porque hace suyo el dolor de los familiares que no soportan oír el nombre de ese vil ser. Claro que habrá inconscientes que la usen con la misma frivolidad con la que Igualdad se reía de la salida de prisión de agresores sexuales, pero para muchos españoles con verdadera memoria es una frase llena de rebeldía ciudadana. A Sánchez le molesta porque la contabiliza por votos. Hay otras frases exactas y pulcras como la que su socia de Bildu usó en titular el día que se encontró moribundo a Miguel Angel Blanco gracias a la crueldad de Txapote: “El edil del PP apareció con dos disparos”.
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