La memoria es un camino de regreso hacia un tiempo que (casi) nunca fue mejor. El martes, mientras escuchaba a Javier Aureliano García exponer sus objetivos para los próximos cuatro años, no pude evitar abandonarme al recuerdo de aquellos primeros plenos de la primera Diputación democrática a los que yo asistía con la sorpresa del aprendiz del periodismo y la vocación apasionada por conocer la provincia.
En aquel tiempo el entrañable Pepe Fernández Revuelta presidía la institución y sus plenos tenían en el asfaltado de una calle, la llegada de la luz a una barriada, la construcción de un pequeño puente o el dotar de agua corriente a un barrio los cuatro puntos cardinales que encerraban una geografía cercana al subdesarrollo, cuando no inmersa en él.
Han pasado más de cuarenta años desde entonces y el presidente reelegido el martes situó, además del agua como factor de producción industrial, el patrimonio y la cultura como dos objetivos prioritarios en su mandato.
La Almería, tan pobre en el ayer de entonces, es hoy una provincia en la que la dignidad de aquellas reivindicaciones - tener luz y agua eran una cuestión de dignidad social- han cambiado tanto que ahora, entre sus objetivos más inmediatos, aspira a ocupar en el mapa del talento artístico el lugar que nunca ha tenido. El Museo del Realismo y la rehabilitación del Cortijo del Fraile se van a convertir en dos polos de seducción de incuestionable atractivo cultural, y su reivindicación, convertida en uno de los pasajes más importante del discurso de toma de posesión del presidente, revela hasta dónde está llegando el cambio en la provincia. Un cambio que no es patrimonio de nadie porque es patrimonio de todos.
Ya sé, ya sé que cuarenta años son muchos; que los cambios a veces han llegado tarde; que es mucho el camino que queda por andar en territorios tan relevantes como el agua o las infraestructuras ferroviarias, desde el AVE al tranvía con el poniente. Pero nunca hay que olvidar que el camino recorrido en estas cuatro décadas de democracia ha cambiado más la provincia que en los cuatro siglos de autoritarismo oscurantista que le precedieron. Conviene no olvidarlo. Conocer de dónde venimos, saber dónde estamos y trabajar para llegar dónde queremos estar son tres aliados que permiten construir con acierto el futuro.
Frente a los inasequibles militantes del pesimismo histórico, el tiempo transcurrido desde aquellos plenos de Fernandez Revuelta a estos de Javier Aureliano demuestra que la provincia ha contado con una clase política, empezando por los alcaldes de todas los municipios y de todos los partidos, que sí han sabido estar a la altura que las circunstancias demandaban.
La política nacional lleva años instalada en un laberinto inquietante. La llegada de las redes sociales, tan atractivas y positivas en tantos aspectos, también se han convertido en un abrevadero en el que la mentira es más verosímil que la verdad. El marketing se ha impuesto a las ideas y la consigna tuitera a los argumentos y los grandes medios de comunicación han corrido hacia las trincheras. Mal asunto.
Lo positivo de estas indeseables turbulencias es que su influencia no ha contagiado, salvo excepciones (que las ha habido, y algunas bochornosas por corruptas, miren a El Ejido y Fines), la gestión de la inmensa mayoría de los responsables de la política municipal. Si Almería ha cambiado tanto en esas décadas es porque los centenares de alcaldes y los miles de concejales que han gestionado la política más cercana lo han hecho con inteligencia, convicción y audacia. Las otras administraciones también han sido vitales en el desarrollo- ahí están las autovías, los hospitales, las desaladoras, los centros de salud, los colegios o la Universidad-, pero no la han hecho con la rapidez que los olvidos acumulados exigían y el crecimiento demográfico y económico demandaba.
Hoy los ciudadanos regresamos a la cita con las urnas. Voten a quienes crean que van a defender mejor los intereses personales y colectivos. Pero voten. Porque- no olviden, nunca lo olviden-que la Democracia ha sido y es el mejor instrumento para seguir avanzando.
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