Después de una legislatura en la que desde el primer minuto el PP y Vox se dedicaron a deslegitimar al gobierno y deshumanizar y demonizar a su presidente, las elecciones del 23 J han arrojado un resultado para ellos inesperado. El bloque de ultra-derecha no podrá gobernar. Al contrario: el gobierno de coalición podrá reeditarse si Junts es capaz de asumir la responsabilidad que las cifras le han conferido. Paradójicamente, o quizás no tanto, el PP se encuentra con que, aunque es el partido más votado, no encuentra prácticamente ningún partido que le pudiera apoyar en investidura.
Tras muchos años cargados de mentiras y descalificaciones contra la mayoría de partidos políticos del arco parlamentario a pocos puede sorprender que ninguna formación política esté dispuesta a apoyar la investidura de Feijóo. Cierto es que el PP ha incrementado notablemente su número de votos gracias al hundimiento de C’s. Pero el PSOE, el otro estandarte del bipartidismo, también ha aumentado su apoyo social. Ambos, presumiblemente, han ‘subido’ a costa de la caída de sus respectivos socios minoritarios de coalición. Injustamente: a los mayoritarios el diputado ‘les cuesta’ en torno a 60.000 frente a los 97.000 para Sumar.
En estas Elecciones ha triunfado la Política. Han triunfado los partidos que han trabajado por el bienestar de la gente, por la solución de los principales problemas sociales, los relacionados con la salud, con el empleo, con la libertad. Al otro lado ha estado la antipolítica, ocupada sólo en embarrar y preocupada por el rédito electoral. No es tan difícil ejercer una oposición eficaz electoralmente y a la vez constructiva. Pero para eso hace falta tener ideas, propuestas, y transmitirlas. Así se construye y desarrolla la Democracia. Lo contrario, por ahora, y esperemos que por mucho tiempo, en España, conduce al fracaso
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