Demonizados y sorprendidos

La demostración más clara -y más frustrante- del error estratégico de la derecha al renunciar al debate de las ideas, dejando así que la izquierda domine la capacidad de generar encuadres y enfoques, es que a día de hoy produce más rechazo VOX que Txapote.

No estoy equiparando; estoy sumando. Y tampoco me centro en la figura del terrorista. Junto al criminal del ripio van los delirios independentistas de los socios del gobierno y esa indecente y abrumadora mezcla de mentiras, maldades y manipulaciones en las que el propio Sánchez resumió certeramente su trayectoria. La reunión de toda esa miseria no ha servido para proyectar una razonable sensación de amenaza sobre un electorado que sí se ha sentido intimidado ante el espantajo inflable del pánico prefabricado a VOX.

Es verdad que en ese partido nadie ha participado en crímenes, ni quiere cargarse la Constitución o ha dado un golpe de Estado. Sin embargo, la mera posibilidad de que entren en el gobierno ha bastado para activar los resortes defensivos de una izquierda impávida ante los apoyos del terrorismo o del golpismo, pero que sí se mueve para frenar el teórico involucionismo que han fabricado en su marco mental.

Al tramposo Sánchez le ha salido bien la jugada porque la derecha ha renunciado a combatir desde las ideas y desde la opinión publicada la minuciosa campaña de demonización desarrollada por la izquierda política y mediática.

Una derecha que tiene que defenderse ahora de las acusaciones de fascismo que le hacen comunistas orgullosos de mostrarse como tales, en un contexto social que ha prescrito el radicalismo de izquierdas y ha proscrito el radicalismo de derechas. Y me temo que si la derecha quiere gobernar en España tendrá que reunirse en torno a una marca, renunciar al gustazo de la intensidad, olvidarse de escaramuzas estériles y hacer valer el peso real de los 11 millones de votantes españoles hartos del sanchismo y sus afluentes.