Carpas

Son jornadas festivas por excelencia en las que el omega de una feria es el alfa de otra

José Luis Masegosa
22:12 • 13 ago. 2023

En este lunes de sueños imposibles el ecuador agosteño es nudista y muestra sus vergüenzas por doquier. Unas vergüenzas cubiertas con globos de colores  y serpentinas que huelen a barraca de feria, a fritanga y manzanas confitadas, a algodón caramelizado y a carritos de ilusiones asidos a los buhoneros de feria que se dejan entrever por los rincones de nuestros efímeros y particulares paraísos lúdicos. Aquí acuden prestos a ofrecer su policromada mercancía: Globos animados con precisión, trompetas ensordecedoras, espadas luminosas, impertinentes petardos y una interminable pléyade  de sueños plastificados  que discurren a diario, en un viaje de ida y vuelta, para colmar ilusiones y, de paso, para ayudar a sobrevivir a estos nómadas comerciantes de fiestas patronales. Y es que la fauna feriante es poliédrica y multicolor.



En este lunes de alivio térmico España es una feria, la demás la goza. Son jornadas festivas por excelencia en las que el omega de una feria es el alfa de otra, en una sucesión constante de convocatorias que se desparraman por la epidermis nacional como el agua salina peina en estos días la interminable piel de los humanos. No hay rincón patrio que en estas calendas se prive de despertar bajo una diana floreada de cohetes, que  prescinda de típicas y tópicas viandas populares –léanse migas, paella, gachas…- o que haga de la diversión un ejercicio inexcusable. Todas son fiestas en honor al patrón o a la patrona respectivos, en casi todas hay una cierta similitud, pero también una exclusiva singularidad  que las hace únicas. De  un tiempo a esta parte en casi  todas predomina un look que, justificado para evitar las consecuencias de las inclemencias meteorológicas, ha empobrecido el paisaje natural e histórico de los enclaves tradicionales que siempre han acogido estas celebraciones. Tienen nombre de origen quechua y han sustituido la bóveda  iluminada de cada verbena por un cobertizo de lona, y los espacios diáfanos de las plazas y calles en una suerte de aprisco  más propio del ganado que para divertidos ciudadanos. Son las carpas de nuestras ferias.









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