Hoy se cumplen 199 años desde que un 24 de agosto de 1824 varios de los integrantes de la expedición conocida popularmente como “Los Coloraos” fueran fusilados por las tropas realistas de Fernando VII, con los ojos vendados y de rodillas. A punto de cumplirse el bicentenario de aquella expedición, que intentó traer de vuelta los valores y principios de la Constitución de Cádiz de 1812, y lejos de ser un recuerdo vago en la memoria de la ciudad, la gesta de aquellos “Mártires de la Libertad” está más presente que nunca en el debate público de la ciudad. O más bien el monumento que hoy les recuerda en la Plaza de la Constitución.
Un debate estético, político e historiográfico. La cuestión histórica está sometida siempre a un debate un tanto espurio y poco riguroso por parte de un sector pseudocientífico pero, por fortuna, ya hay una bibliografía consolidada y bastante documentada como para dar pábulo a quienes consideran a los expedicionarios como simples contrabandistas. Y, como para gustos hay colores, en el plano estético hay quien lo considera demasiado grande en perspectiva con el tamaño de la Plaza Vieja. Quizás sea así, o no, pero es una cuestión muy secundaria dada la importancia y el simbolismo que tiene para la memoria colectiva de la ciudad.
Cabe recordar que el actual monumento se erigió en 1988 bajo la dirección del arquitecto Eduardo Blanes y basado en el anterior, que fue derribado en los primeros años durante la dictadura franquista, que lo veía como un elemento disgregador del verdadero espíritu nacional que se respiraba por aquellos tiempos. El debate de su emplazamiento, lejos de convertirse en un debate social e histórico acerca de la idoneidad o no de trasladarlo a otro lugar de la ciudad, se ha convertido, de manera bastante absurda, en un debate político que ha ocupado más páginas de las deseadas. El anterior equipo de Gobierno del Ayuntamiento, dirigido por el Partido Popular, intentó, por la puerta de atrás, trasladarlo al parque Nicolás Salmerón modificando una ficha técnica del Plan General de Ordenación Urbana y, usando como excusa, el traslado también de los ficus centenarios que se encuentran en la Plaza Vieja. Por fortuna, gracias a las denuncias interpuestas por la asociación del Bicentenario de Los Coloraos, el Grupo Municipal Socialista y el arquitecto Gerardo Roger, la justicia falló a favor de la permanencia de los árboles, anulando la modificación de la ficha del Plan General.
Quedaba aún pendiente la cuestión del monumento y la decisión del nuevo equipo de Gobierno del PP, que insistía en removerlo de la Plaza Vieja.
El debate parece zanjado desde el momento en que la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, dirigida por el almeriense Fernando Martínez, señaló como “Lugar de Memoria” el monumento dentro de la ruta del liberalismo constitucional que une Almería con Cádiz, Málaga y Granada.
Ubicación Hay un amplio consenso en señalar que no hay mejor lugar para recordar la memoria de Los Coloraos que la Plaza de la Constitución, el lugar donde reside el poder civil de Almería, una ciudad capital, como bien recuerda el profesor Andrés Sánchez Picón, diseñada por los liberales y un lugar, la plaza, que está en sinergia con el monumento. Su ubicación fuera de este lugar carecería ya de sentido y se le eliminaría el contexto liberal y constitucional que ya posee. Nadie que ya viva recuerda otra ubicación.
En una ciudad como Almería, carente de espacios públicos de conmemoración democrática y constitucional, el debate sobre su ubicación ha ocultado, en parte, el gran valor cívico, social y educativo que tiene el monumento y la propia historia de aquellos hombres que lucharon y murieron por traer de vuelta la libertad constitucional que emanó de las Cortes de Cádiz y que puso a España en consonancia con los países liberales europeos. A punto de cumplirse 200 años de aquella gesta, podríamos llegar al consenso de que la memoria de Los Coloraos bien merece un bonito homenaje y recuerdo ante el monumento que les recuerda en Almería.
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