Vivimos en un periodo del año en el que, a vueltas con la normalidad, hemos dejado en el desván de nuestra memoria recuerdos, vivencias, conocidos y amigos. Esos amigos que nunca desalojaremos de otro desván, el del corazón, porque siempre han sido y serán los amigos, a secas, sin apellidos.
Esas personas que a partir de un determinado momento se subieron a la mochila de nuestra vida para mostrarnos el significado de la amistad, esa cosa misteriosa, desacreditada y casi imposible. Si nos dijeran en este preciso momento que se nos acababa la vida, todos sabríamos a quien llamar, y a lo mejor no serían muchos amigos o amigas, pero lo tendríamos más o menos claro. Y es que la amistad nos hace ser quienes somos, nos edifica y en ella, junto a los amigos, nos podemos mostrar tal cual somos, pues en realidad es un misterio cómo nace la chispa entre dos personas que acabarán siendo amigos.
Si bien, también es cierto que para alguna de las partes es un misterio cómo se rompen ciertas amistades, cómo se desgastan, a veces sin intencionalidad, y cómo el tiempo se encarga de engullir aquellas concurridas reuniones, los entrañables encuentros presididos por una preciosa dama invitada –la amistad- que parecía iba a quedarse siempre entre nosotros. Quizás es que el desarrollo tecnológico, las usadas y abusadas redes sociales, nos han llevado a devaluar el valioso término. O tal vez no.
Es verdad que hay amigos y amigos, amistades y amistades. Hay personas que lo fueron en un momento determinado y fundamental, y que dejaron de serlo sin saber por qué. Pero sucede también, incluso, que con la perspectiva del tiempo fue mejor que así fuera, que dejaran un hueco para alguien nuevo, aunque nunca se llegue a entender en toda su dimensión el abandono, la pérdida de quienes creímos nuestros amigos y amigas.
A lo mejor Aristóteles estaba acertado cuando aseveraba que la amistad es lo más necesario de la vida, aunque no olvidaba sus límites y como filósofo se quedaba antes con la verdad que con la amistad, pero reconocía que con amigos el ser humano está más capacitado para pensar y actuar. En cualquier caso, con Charles Chaplin diré que necesito de alguien lo suficientemente amigo como para decirme lo que no quiero oír. Son los amigos.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/262611/amigos