José María Pérez Tudela
01:00 • 30 abr. 2012
Máxime si éste carece de unos cimientos necesarios y fundamentales, caso frecuente en los noveles o personas carentes de una formación adecuada. Decía François Marie Arouet, mucho más conocido por Voltaire -1694-1778-, filósofo francés: “Una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento”.
Me veo en la necesidad casi imperiosa de escribir para mi pueblo. El Pueblo, máximo sustentador de los que viven meciendo su grandeza y hedonismo en el butacón de fino terciopelo con botones de oro añejo y asqueroso.
Anoche estábamos mi esposa y yo sumidos en el silencio augusto, juntos muy juntos y, oportunamente, escuché la voz firme y armoniosa de Mercedes Soler; charlamos largo y yo tendido, como mandan los cánones. Sabe escuchar y a mi me sume en un estado de placidez ordenada. No quiero que se me pasen dos personajes. Carlos Hernández, sin competidor y Antoñita Jiménez, que ocupa en mi corazón lugar preferente.
Es muy importante para mí citar a tres amigos socialistas moderados y con educación especial. El primero se llama Ramón Lorenzo, es el dueño del cotarro pero no tiene nada suyo; Juan Guerra Fernández -yo subvertiría el primer apellido por el de la Paz- compañero de tertulia y lector diario DE LA VOZ DE ALMERÍA. Al tercero, Ángel González Galera, suelo verlo poco porque la TV lo tiene enganchado. Bien, este cuadro de personas honestas, incluido el escribidor, padecemos alguna enfermedad pero la risa y el chiste fácil liman la aspereza de este mundo que fue concebido para el amor. No hay temor al contagio. Pican pausadamente verduras de Almería y algún vinillo sin putear. De pasada quiero recordarles a los que se denominan a sí mismos nacionales/vencedores de la Guerra Civil que nación es el territorio donde nacemos y en él residen los buenos y los malos. En esta casa celebramos mucho la desaparición del Dictador; no suelo cebarme con los muertos pero lo celebramos a mesa y mantel, algo imposible para las víctimas de una pandemia maldita que oprime al mundo. Una tarde de visitas agradables dos jóvenes de buena educación, Álvaro Lozano y Eduardo Mesa, quisieron que les mencionase en LA VOZ DE ALMERÍA; piden ayuda a favor de la Unec. Las dos señoras que cito a continuación para mi son indispensables, y otras, claro. Una es mi estimada y comprensiva Pilar Pérez: “Ven y llama, aquella puerta para ti no se ha cerrado, persigue esa luz incierta como el postrer refugio de mi mano”. La otra es Carmen Alcalde: ”Quiero grabar con fuerza en la mirada la belleza que el mundo me prodiga y dejarla en mi alma adormecida”, Anda, o va tropezando, un viejo virtual y su estado anímico le prodiga tal satisfacción que cree que pronto ocupará una letra en la Real Academia de la Lengua.
Braulio Bruno con dos años dialoga conmigo y yo me quedo estupefacto. A su lado su primita Irika, con seis meses, me mita sonriente y con ello estoy bien servido.
Me veo en la necesidad casi imperiosa de escribir para mi pueblo. El Pueblo, máximo sustentador de los que viven meciendo su grandeza y hedonismo en el butacón de fino terciopelo con botones de oro añejo y asqueroso.
Anoche estábamos mi esposa y yo sumidos en el silencio augusto, juntos muy juntos y, oportunamente, escuché la voz firme y armoniosa de Mercedes Soler; charlamos largo y yo tendido, como mandan los cánones. Sabe escuchar y a mi me sume en un estado de placidez ordenada. No quiero que se me pasen dos personajes. Carlos Hernández, sin competidor y Antoñita Jiménez, que ocupa en mi corazón lugar preferente.
Es muy importante para mí citar a tres amigos socialistas moderados y con educación especial. El primero se llama Ramón Lorenzo, es el dueño del cotarro pero no tiene nada suyo; Juan Guerra Fernández -yo subvertiría el primer apellido por el de la Paz- compañero de tertulia y lector diario DE LA VOZ DE ALMERÍA. Al tercero, Ángel González Galera, suelo verlo poco porque la TV lo tiene enganchado. Bien, este cuadro de personas honestas, incluido el escribidor, padecemos alguna enfermedad pero la risa y el chiste fácil liman la aspereza de este mundo que fue concebido para el amor. No hay temor al contagio. Pican pausadamente verduras de Almería y algún vinillo sin putear. De pasada quiero recordarles a los que se denominan a sí mismos nacionales/vencedores de la Guerra Civil que nación es el territorio donde nacemos y en él residen los buenos y los malos. En esta casa celebramos mucho la desaparición del Dictador; no suelo cebarme con los muertos pero lo celebramos a mesa y mantel, algo imposible para las víctimas de una pandemia maldita que oprime al mundo. Una tarde de visitas agradables dos jóvenes de buena educación, Álvaro Lozano y Eduardo Mesa, quisieron que les mencionase en LA VOZ DE ALMERÍA; piden ayuda a favor de la Unec. Las dos señoras que cito a continuación para mi son indispensables, y otras, claro. Una es mi estimada y comprensiva Pilar Pérez: “Ven y llama, aquella puerta para ti no se ha cerrado, persigue esa luz incierta como el postrer refugio de mi mano”. La otra es Carmen Alcalde: ”Quiero grabar con fuerza en la mirada la belleza que el mundo me prodiga y dejarla en mi alma adormecida”, Anda, o va tropezando, un viejo virtual y su estado anímico le prodiga tal satisfacción que cree que pronto ocupará una letra en la Real Academia de la Lengua.
Braulio Bruno con dos años dialoga conmigo y yo me quedo estupefacto. A su lado su primita Irika, con seis meses, me mita sonriente y con ello estoy bien servido.
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