Pedro Sánchez Tamariz

Soy de la mitad que está convencido de que firmarán la amnistía. La otra mitad también lo está, pero se agarran al milagro y, los más ilusos, a la moral de García Page, mientras proclaman la unidad de España y buscan al Tamayo de turno. 

Piedrahita hizo un truco de su maestro Tamariz afirmando que era de sus preferidos, porque se salta las tres normas de la magia: no digas lo que vas a hacer, no lo repitas nunca y jamás expliques cómo lo has hecho. Era el chiste, la distracción, para dejarnos boquiabiertos.

Sánchez ha copiado al genio. Ir a las elecciones sería un disparate para él, y los que amagan con no firmar, Podemos y Junts, no pueden dejar pasar esta oportunidad. Irán de dignos, pero firmarán y el Presidente gritará eso de ¡CHAN-TATACHAN! 

Preferiría que cambiasen la Ley Electoral, que los partidos llegasen a un acuerdo y pudiese gobernar la lista más votada en minoría; que las palabras política, democracia y justicia tuviesen sentido; que nuestros dirigentes nos hiciesen sentir orgullosos, dando ejemplo de civismo; que el Congreso sirviese para dialogar, intercambiar posturas y llegar a acuerdos puntuales o a grandes Pactos de Estado; y que lo firmado se respetase por todos. Por desgracia tenemos lo que tenemos.

No soy partidario de esta amnistía, pero entiendo que Sánchez desoiga a todos, porque la política es un juego de intereses empresariales, de partidos, personales y en última instancia de la ciudadanía; los votos son el poder y se compran y venden sin importar ideas e ilusiones de los votantes; y la moral, ética, justicia y dignidad en boca de ladrones, corruptos y timadores no tienen valor, son la distracción para clavar la navaja y robar lo que envidian.

Tamariz regala sonrisas y la ilusión de que la magia existe. La amnistía dejará una mueca forzada, el convencimiento de que la democracia no existe, y que los políticos no son ilusionistas, sino trileros de los que hay que protegerse.