Al visionar por enésima vez el magistral film de Hitchcock, La ventana indiscreta, me paro a pensar sobre la importancia de la mirada. La forma de observar el protagonista reportero fotográfico (James Stewart) desde su ventana, en silla de ruedas y con una pierna escayolada, no es cualquier mirada, ésta se implica, actúa según los acontecimientos.
Podemos apartar la mirada o, como Stewart, implicarnos y decir ¡basta!. Basta de insidias, de guerras por dominar a otros, contra quien no piensa como uno mismo, tiene distinta piel, origen o costumbres; basta de buscar lo que nos separa y no lo común; basta de tragarnos que todo se rompe si hay a quien no le conviene algo, de pensar que unos son los buenos y los otros los malos; basta de creer que los derechos son eternos, porque se esfuman como el último aliento de un niño alcanzado por la barbarie de parte y parte en Gaza, o por la hipotermia en busca de una vida mejor en el Mediterráneo; basta de consentir enfermedades y muertes por una sanidad pública menguada en transferencia económica a la privada.
La mirada puede llegar a ser tan sútil o tan gruesa como cada cual quiera que sea: indiscreta, arrogante o valiente. Hay que reaccionar y oponerse a tanta indignidad e injusticia, con la contundencia que reaccionan los poderosos cuando un gobierno les pide ser más solidarios y aquellos amenazan con cerrar el grifo de inversiones.
Podemos mirar de frente a la ventana de la vida o ponernos de espaldas, como Stewart al final del film, con sus dos piernas escayoladas ahora, sin querer saber nada de lo que ocurre tras él, eso sí, después de haber actuado para desenmascarar a un asesino desde una ventana comprometida.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/264918/la-ventana-comprometida