La encrucijada de la Almería del interior

Me lo dijo con amabilidad pero con contundencia desde el escenario del salón cultural de Huércal de Almería en el cierre de la entrega de premios del Andarax. “Pedro, leo tus cartas todos los domingos y aunque unas me gustan más que otras, hay una cosa que no me gusta y te la voy a decir: opinas poco sobre esta comarca, y esta es una tierra hermosa, de hombres y mujeres trabajadores y comprometidos con su futuro”.

Eugenio Gonzálvez, desde la altura de su estatura y desde su abundante experiencia y conocimiento del rio que más define a la provincia, ponía de forma premeditada el dedo en una llaga que hay que curar con premura y con inteligencia. Almería no puede quedar resumida en una geografía dispersa en las que las comarcas más afortunadas acaben ensombreciendo aquellas otras en las que la climatología, las características del terreno o la demografía no han alcanzado los niveles de desarrollo y prosperidad a que también tienen derecho.

El Andarax vertebra la esencia más pura de lo que es Almería. No solo por su historia- una de las primeras ciudades del mundo está en Los Millares-, sino porque, al contrario de otras comarcas, la duda sobre su identidad no ha existido. La influencia murciana o granadina no traspasó nunca sus umbrales. El río vertebra la comarca, pero la comarca vertebra también la provincia.

Almería, como todas las provincias costeras, se ve sometida a una continua movilidad demográfica. El litoral es un atractivo irresistible y, quizá, irremediable. El despoblamiento es una constante que amenaza con dejar en los próximos años a numerosos pueblos en una sombra de lo que un día llegaron a ser. No hay ningún alcalde, ningún político con responsabilidades provinciales que no haya alertado con sinceridad y convicción de los riesgos de desaparición que están corriendo numerosos pueblos del interior. Es necesario, por tanto, tomar medidas y hacerlo, además, de forma eficaz y eficiente.

La Diputación y los ayuntamientos son conscientes de esta realidad que abruma a quien la padece sin perspectivas de ver modificada la situación. Se han tomado medidas para detener la hemorragia migratoria, pero el trasvase de habitantes de estos municipios a otros con mayores posibilidades de desarrollo personal y colectivo continua imparable.

La despoblación de amplísimas zonas del interior es un fenómeno generalizado y si en Almería no ha alcanzado los niveles de otras provincias es por la voluntad inquebrantable de los que habitan en sus municipios y por la prestación de servicios financieros y sociales, desde los cajeros automáticos a los bares, desde espacios lúdicos o mejores comunicaciones, que se han puesto al servicio de los vecinos.

Pero con todo lo hecho hasta ahora no basta. Hay que hacer más. Y, tal vez, la respuesta a ese qué hay qué hacer se encuentre muy cerca. En el poniente o en la zona baja del Andarax. El Ejido, Roquetas o Huércal de Almería se reinventaron y derrotaron la maldición que les condenaba a navegar en medio de un rumbo sombrío. Hoy esos desarrollos se han expandido a todas sus zonas de influencia y lo que era un desierto se ha convertido en un bosque productivo de más de treinta mil hectáreas, y lo que era un pueblo cercano a la capital como Huércal es ya un centro de desarrollo con siete polígonos industriales y dos áreas comerciales, dos circunstancias cuyo impacto no queda solo relegado a ese municipio, sino a los que le rodean también.

Nada está escrito. Tampoco nadie ha dicho que la tarea vaya a ser fácil. Pero comarcas como la del Andarax o Nacimiento no están condenadas a ver cómo sus pueblos desaparecen con el apresurado paso de los años.

Si hay una seña de identidad que revela la vocación de ese espacio publico que compartimos y que es Almería es su capacidad para luchar contra la adversidad y su decidida vocación por innovar. Ya lo dejó dicho Einstein: Si buscas resultados diferentes, no hagas las mismas cosas.