Azorín y los reservistas de Almería

La costumbre de asegurarse el sitio en los bares de Almería va en aumento

Mesas de hostelería en la Plaza Marqués de Heredia de Almería.
Mesas de hostelería en la Plaza Marqués de Heredia de Almería.
Manuel León
21:10 • 29 nov. 2023

Escribió el breve Azorín que lo que más ávidamente amamos ocurre en las tabernas: lo pintoresco, lo imprevisible; en los bares nos enamoramos, nos divertimos, nos abrazamos, nos criticamos; en los bares cantamos, lloramos de risa y también bebemos solos para ahogar las penas. El bar es como el segundo salón de la casa de uno, como un whatsapp grupal de carne y hueso con el camarero como administrador. Pero los bares, como todo, van cambiando a lo largo de este siglo XXI. Y si hay algo que ha ido creciendo, medrando como una buganvilla, en los bares almerienses, más incluso que los códigos qr en detrimento de la carta y del recital de tapas de carrerilla del camarero, es la fiebre de la reserva. Quien no llama antes y se asegura una mesa en un cualquier botillería almeriense está más perdido que Chumi en un córner.  No solo se reservan mesas para raciones, la cautela de reservar también se han extendido a las meriendas y a los taburetes en los pubs para el nuevo mantra del tardeo en la circunvalación del gran Ulpiano Díaz: donde antes había quincallerías y vendedores de patatas, ahora hay mesas con copas  de balón, tacones y gomina. Y se reservan las hamacas del tío Pepe y las mesas junto a la ventana de algunos restaurantes de la calle Jovellanos una semana antes. 



Es la vida planificada, lo contrario a lo imprevisible que pregonaba el escritor alicantino. Pero las reservas en los bares almerienses no son flor de este día. Antiguamente había clientes que por derecho consuetudinario ocupaban un asiento que todos los demás clientes del bar respetaban. Había señoras en el Gladys -aquellas entrañables Pititas que ahora se han desplazado con sus abrigos de pelo al Colón- que tenían su rincón apalabrado por una regla no escrita para tomar el té y hablar de los nietos. Las reservas son todo ventajas: para el cliente porque evita quedarse in albis y para el hostelero porque planifica mejor el día. Pero quizá se pierda por el camino la gracia de las cosas súbitas de Azorín: echarse a la calle sin tener el guion escrito. 









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