Vendedores de humo y la gente pequeña

Con el inicio de la COP28 de Dubái he recordado el Goya al mejor corto de animación de 2013, El vendedor de humo. 

La Asamblea de majaras, los terroristas climáticos, llegan en jets privados para hacer su show. Ponen caras dramáticas, lanzan bonitos mensajes de unión, realizan promesas que no piensan cumplir y firman acuerdos que las olas de calor y la subida del nivel del mar harán desaparecer. 

El más gracioso ha sido Carlos III de Inglaterra haciendo un llamamiento “a las armas para reparar la economía de la naturaleza”. Se nos acaba el tiempo, dice el rey ecologista, que por  cierto es un oxímoron, un absurdo, un tremendo disparate, una ofensa a la inteligencia que más que prestigiar al susodicho, lo desprestigia. 

Si ha ido a esta Cumbre de la vergüenza, es por invitación de sus amigos, los petrojeques, los organizadores, que niegan la ciencia y la necesidad del fin de los combustibles fósiles, no porque le preocupe el planeta.

Si un rey, un multimillonario, pide ir a las armas, ya sabemos que habrá muchas muertes y que la única economía que se beneficiará será la suya y la de sus aliados. Echo mucho de menos a Greta y su bla,bla,bla. 

Si mantengo la esperanza, es porque mientras esta gentuza se ríe en nuestras caras, la gente pequeña, que decía Galeano, sigue haciendo cosas pequeñas para cambiar el mundo. Este fin de semana, estudiantes de Ambientales fueron a analizar los microplásticos de las playas para buscar soluciones; vecinos de Alhama continuaron con la reforestación de la Sierra de Gádor; se entregaron los premios DUNA; senderistas aprendieron a mirar Punta Entinas, y un grupo de activistas realizó una performance para exigir soluciones y no declaraciones.

Necesitamos mucha gente pequeña, chicas ye ye, como Doña Concha, que tengan mucho ritmo, nos hagan comprender que la vida es puro teatro y que no se quieren enterar, pero juntos les haremos entender. Pon tu granito de arena.