Llegó al tiempo que la Democracia a un país, a una provincia, que estaba inaugurando una nueva página en sus anales; llegó con el ‘Habla pueblo Habla’ , con Travolta y Olivia y con los premios Bayyana. Le llamaron ‘el coche de la gente’, y apareció con un aire nuevo, como algo distinto, más avanzado, que aquellos Seiscientos, Gordinis u 850 que bebían de un tiempo anterior. El Ford Fiesta -el Forito- ha dejado ya de fabricarse, ha desaparecido de los concesionarios y los talleres y ha pasado a ser una reliquia, una nueva muesca en el revólver de los coleccionista, de los adoradores de lo antiguo, como esa Asociación de Coches Antiguos que pilota Federico Soria.
Ha entrado ya en el cementerio de los coches olvidados de Ruiz Zafón, como antes entraron, por ejemplo el Hispano Suiza, que tanto circuló con sus ruedas de caucho por el viejo Paseo del Príncipe. Los hermanos Piquer se hincharon a venderlo a plazos en aquellas décadas de los 70 y los 80, cuando el Fiesta era un coche molón y pinturero para la clase media, para aquellas familias que se apiñaban en su interior oyendo en el radio cassette chistes de Arévalo, con las ventanillas bajadas por el calor; o como aquellos jóvenes que lo tuneaban, le ponían una funda de piel de leopardo a los asientos, una cinta de Pink Floid y un pino colgando del retrovisor para dar buen aroma al ligue de la discoteca, como si al coche le hubieran lavado los dientes con licor del polo.
Era el auto que auspició el fabricante norteamericano con su pequeño depósito para neutralizar la crisis del petróleo del 73, compitiendo con otros como el Simca 1.000 y el R-5. Los coches eran y son como una segunda casa y cada familia elegía su utilitario para salir a comer a los pueblos de la provincia, para visitar al niño que estudiaba en Granada, para ir a pasar la Nochebuena con los parientes. Un Fiesta blanco aparece en la letra del Sufre mamón de los Hombres G y fue el coche tenebroso del Caso Almería; el Fiesta, que empezó valiendo 125.000 pesetas, se va para siempre, tras formar parte de nuestra vida y ahora de nuestra memoria.
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