Almería, el Beach Club del narcotráfico

El optimismo es la fe que conduce al logro, como decía Ana Sullivan, la profesora de la niña Helen Keller, que era ciega, sorda y muda. Hay una aleccionadora película sobre ello. Pero cuando el optimismo se convierte en patología ya no estamos ante una actitud ilusionante, sino ante la desfachatez más elaborada. Los lectores de más edad recordarán que en tiempos de la Junta del PSOE de Sevilla, la autovía A-92 llegó a Almería diez años después de lo anunciado. Y ese retraso, lejos de provocar destituciones avergonzadas o disculpas, fue aprovechado por el PSOE almeriense para sacar pecho y partido. El entonces delegado de Obras Públicas, Paco Espinosa, llegó a decir que el retraso era positivo porque así los almerienses podríamos disfrutar de un tramo mucho mejor construido que el resto de la autovía. Con un par. Pues bien, cambian los tiempos pero no el estilo. Acabamos de ver a una flotilla de narcolanchas fondeadas tranquilamente en Genoveses para escapar de la mala mar en una bonita ensenada que, significativamente, está a muy poca distancia del cuartel de la Guardia Civil. La Benemérita no pudo hacer nada por detenerlos por la sencilla razón de que no tenía los medios necesarios. Así que cuando los traficantes quisieron irse, levaron anclas y dijeron adiós con la manita. Y en este sentido, lo verdaderamente estupefaciente no es la carga de las lanchas, sino el nivel de frescura del delegado del gobierno de Sánchez en Andalucía, Pedro Fernández, que ha dicho que los narcos estaban aquí porque hay mucha presión policial en el resto del litoral andaluz. Ole ahí. Jamás nadie ha admitido la desprotección policial de una provincia con más gracia. Es decir, que la lucha contra el narcotráfico del gobierno socialista es como una manta: si te tapas en Cádiz, te tienes que destapar en Almería. Y mientras tanto, la costa almeriense se ha convertido en el Beach Club del narcotráfico y la inmigración ilegal. Pero no todo es malo. Al menos, no gobierna la derecha.