Una de las características de nuestra Catedral es ser Martirial: la persecución religiosa de los años treinta del siglo pasado destruyó gran cantidad de retablos, cuadros e imágenes como la del Santo Cristo de la Escucha o San Indalecio, y convirtió el interior de este templo en un almacén de víveres. Pero este martirio de las cosas que sufrió nuestra Catedral dio paso al martirio de las personas: cuando el pasado mes de octubre se abrió la Puerta Santa para iniciar el Año jubilar se abrió también otra puerta, la de los beatos y santos de la puerta de al lado que dice el Papa Francisco, que han recorrido nuestras calles y celebrado la fe en las mismas iglesias en las que hoy lo hacemos. Una de las señas de identidad de nuestra tierra es ser una tierra martirial, pues en toda la diócesis de Almería muchos cristianos dieron su vida por Cristo solamente por el hecho de serlo, sobre todo sacerdotes y laicos que dieron el supremo testimonio de la fe con su sangre entregada. De ello es buena muestra nuestra Catedral: en julio de 1935 llegó a ella el Beato Diego Ventaja Milán como Obispo de Almería y trece meses más tarde, en agosto de 1936, sería martirizado junto con su secretario el Beato José María Martínez Vizcaíno, ambos naturales de Ohanes. Junto a ellos compartieron prisión y martirio el Obispo de Guadix Beato Manuel Medina Olmos, natural de Lanteira y los accitanos Beatos Aurelio Leyva Garzón, Santiago Mesa Leyva y Torcuato Pérez López, estos dos últimos pertenecientes al Cabildo Catedral de Guadix.
El Cabildo Catedral de Almería sufrió el martirio de gran parte de sus canónigos, con su Deán José Álvarez Benavides y de la Torre a la cabeza: este malagueño que llegará a Almería con nueve años de edad y que fue ordenado sacerdote por el Obispo Santos Zárate era Vicario general de la diócesis y Presidente del Cabildo. Junto a él fueron también martirizados el Beato Ramiro Argüelles Hevia, asturiano que desde 1928 era profesor del Seminario y canónigo; el Beato Pío Navarro Moreno, natural de Vélez-Rubio o el Beato Mariano Morate Domínguez, palentino que había llegado a Almería en 1933. Le siguieron el Beato Francisco de Haro Martínez, natural de Mazarrón que llevaba más de tres décadas en nuestra ciudad, o el Beato Pedro Martín Abad, veratense que con veintidós años era ya organista de la Catedral, y once años de sacerdocio pudo refundar la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el Monasterio de las Clarisas, germen de la que hoy es la Hermandad del Encuentro. A ellos se añade el Beato Gregorio Morales Membrives natural de Caniles, dedicado a la formación de los niños y jóvenes en el Colegio de los Seises, de donde salían vocaciones para el Seminario.
Destaca también el almeriense Beato Francisco Roda Rodríguez, Canónigo Magistral desde 1914 y tío del también Beato Pascual Roda Díaz, el joven mártir perteneciente a la Adoración nocturna e impulsor del Vía Crucis del Santo Cristo de la Escucha en esos años difíciles y cuya hermana fue compañera de prisión de la Beata Emilia Fernández Rodríguez, la gitana canastera que en ella descubrió la fe. El Beato Martín Salinas Cañizares, natural de Canjáyar que desde niño descubrió su vocación sacerdotal, o el también veratense Beato Diego Morata Cano, de profunda espiritualidad y caridad; el beato Andrés Navarro Sierra, natural de Tabernas, sacerdote de gran sencillez que sufrió el martirio con el abderitano Beato Eduardo Valverde Rodríguez, párroco del Sagrario de la Catedral desde 1920, que repartía su dinero entre los pobres y enfermos. El Beato Antonio García Fernández, natural de Píñar, preocupado de la formación de la juventud y el Beato Rafael Román Donaire, natural de Alhama de Almería y maestro de ceremonias del Cabildo completan el listado de canónigos mártires, beatificados el 25 de marzo de 2007 en Aguadulce. Ellos son hoy el mejor tesoro que guarda nuestra Catedral martirial, ejemplo y modelo para los cristianos de hoy en nuestra tierra.
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