Ignoro cuáles son los mecanismos mentales y sentimentales, a través de los cuales un ciudadano que ha sido vicepresidente de un gobierno conservador, y ha criticado duramente a los nacionalistas catalanes y vascos -al PNV le denominó "hijo pródigo de la democracia"- siente la llamada de una voz interior que le impele a convertirse en un nacionalista asturiano, pero todas las evoluciones son respetables.
Una vez ungido con la nueva luz, el ciudadano Francisco Álvarez Cascos decidió presentarse, en compañía de otros, a las elecciones autonómicas bajo el seudónimo de "Foro Asturias". No le fue mal, y lo eligieron presidente, pero en busca de una mayoría más amplia, convocó a los ciudadanos a unas nuevas elecciones con lo que ha conseguido que los socialistas gobiernen en otra comunidad autónoma, además de Andalucía.
No sabemos si la voz interior que le impulsó a tan extraño viaje sigue vigente, pero muchos temen que el ciudadano Álvarez no va a resistir muchos meses de mero diputado en una oposición dividida, cuya otra mitad le culpa de estar en la oposición. Imaginarse al señor Álvarez Cascos presentado una pregunta al consejero correspondiente de Asturias para enterarse de los asuntos espesos y autonómicos es algo que cuesta bastante por muy potente que sea la capacidad de fantasear.
El señor Álvarez es una persona bastante inteligente, pero pertenece al sector de los que son conscientes de ello, lo que genera una ausencia de humildad, que es difícil de administrar. Hace unas horas, como aquél que dice, exigía que el presidente del gobierno, señor Rajoy, pidiera perdón a los asturianos, como si interpretar el deseo de los asturianos fuera una de esos dones que se hubiera adjudicado gracias a su privilegiado cerebro. Pero eso es el nacionalismo: convertir los deseos en deseo colectivo, y sentirse intérprete exclusivo de un pueblo. Y todo eso a través de un extraño viaje.
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