Todos los candidatos a gobernar el País Vasco a partir del domingo condenaron el ataque con gas pimienta al aspirante a lehendakari por el PNV, Imanol Pradales. Incluso se solidarizó el de EH-Bildu, quien horas antes no había sido capaz de considerar como terrorismo lo que hizo ETA. Qué tendrá la pimienta que no tienen la Goma-2 o la cloratita. Lo podría saber bien Pello Otxandiano, este joven ingeniero batasuno, guiado por la ciencia, pero hasta el propio Newton creía en la piedra filosofal. Este ‘Milhouse’ batasuno alcanzó a llamar “grupo armado” a ETA, pero no aclaró si con esas armas los etarras bailaban un aurresku a sus víctimas. Este Errejón de Ikastola había dicho también de ETA que era “otro ciclo político”, como si los asesinatos vinieran como las borrascas. Nada de terrorismo, porque si no está claro para Puigdemont cómo va a estarlo para estos otros nacionalistas que cada vez que mataban exigían un “referéndum de autodeterminación” como el que los catalanes le exigen a Sánchez.
¿Por qué se olvidan tan fácilmente los muertos de hace quince años y no nos paran de recordar los de hace ochenta? Quizás nuestro presidente necrófago tenga razón y habría que extender sobre una mesa los huesos de las víctimas de ETA y buscar los mejores encuadres y tiros de cámara para que los jóvenes vascos los recordaran. La juventud vasca ve a los antiguos batasunos como unos izquierdistas a la última, incluso ecologistas. No les falta razón. Otro ingeniero vizcaíno como Pello era José María Ryan, que fue secuestrado por ETA en 1981 por trabajar en la central nuclear de Lemóniz. Como Pello, tenía grandes gafas. Estas aparecieron junto a su cuerpo muerto siete días después. Ya eran ecologistas.
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