A poco que agucen el oído lo escucharán. Está muy cerca. Es el prolongado suspiro de alivio de los dependientes, nominados y aspirantes socialistas que durante cinco días han visto depender la hipoteca, el colegio de los nenes, la compra del Mercadona y las vacaciones de verano de la decisión de un hombre profundamente enamorado. Y ya se sabe lo que pasa en esos casos, que la sangre bascula a donde no debe y no se puede pensar con claridad. Las horas de angustia autobusera, las playlist de apoyo coral y la apoteosis selvática de ministros empuñando La Internacional junto a ministras percutiéndose el esternón en homenaje a Dian Fossey, la zoóloga inmortalizada en “Gorilas en la niebla”, tuvieron final feliz, como en las mejores saunas. Y así, cuando Sánchez anunció que finalmente se quedaba, salió de la zona de trabajo de La Moncloa un bramido similar al que se escuchará esta noche si Vinicius marca al Bayern. Disculpen ahora el feo gesto de la autocita, pero el pasado viernes uno escribía en estas mismas páginas: “El lunes, una vez recogido todo el festival de coros y danzas de apoyo, proclamará con solemnidad que su deber es mantenerse firme ante el acoso de la ultraderecha fétida y continuar con más decisión que nunca por el bien de todas, de todos y de todes.” Hemos visto actuar tantas veces a este tremendo farsante que resultaba sencillo anticipar el final de su insólito amago de despedida. Nada nuevo hay, por tanto, en el perfil del hombre que está convencido de que la democracia es él porque se lo dicen las voces de su entorno y, lo que es peor, las de su cabeza. Igual que Santa Juana de Arco sintió la llamada divina para liderar las tropas francesas y echar a los ingleses de Orleans, Sánchez ha anunciado su intención de ponerse al frente del Ejército de la Decencia y que está dispuesto a quemarse si hace falta para acabar con políticos, jueces y periodistas que no estén en primer tiempo de saludo. Y poca broma con eso. No era casualidad que el día elegido para el autosacramental fuera, precisamente, San Pedro Mártir. Así que mucho cuidado con él.
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