Inquietud.1981-1990

Kina Jiménez

La Voz
Jacinto Castillo
18:52 • 16 may. 2024

Almería. Mediados de los sesenta. Una chica camina una tarde por la Rambla Obispo Orberá hasta que llega Teatro Apolo. Allí está ensayando el grupo de Coros y Danzas de Educación y Descanso. La chica, de profunda y limpia mirada, entra atraída por el reguero de música y voces y descubre qué en ese lugar, al menos, hay algo que hacer en esta ciudad que parece haberse quedado olvidada en el trastero de la historia o en un rincón de la postguerra.



A Kinita Jiménez le llegó la Danza envuelta en refajos y volantes: en peinetas y falsos lunares. En música de pulso y púa impregnada de costumbrismo y de inocencia antigua para bailar aquellos aires de la tierra que, a fin de cuentas, era algo que se podía hacer cuando no se podía hacer casi nada. Algo que permitía sobrepasar la inercia de una sociedad que se saludaba a sí misma de una acera a otra del Paseo. El baile, por lo menos, era una puerta abierta, un soplo de aire fresco.



Pero, además de llevar escrita en la frente la necesidad de hacer algo, Kinita entró en el Apolo armada de una voluntad férrea que encajaba perfectamente en las exigencias de la Danza. Más allá de encontrar una mera distracción o un motivo para disfrutar de su juventud. Kinita Jiménez encontró la disciplina de los pasos y las figuras, de las coreografías, ese delicado lenguaje que convierte los cuerpos en notas para un pentagrama invisible.



¿Por qué no seguir más adelante? Kinita se multiplicó para sacar adelante su vida sin dejarle un palmo de terreno a las exigencias de su formación. Por eso, invirtió su juventud en aprender y enseñar. En enseñar y aprender.



Una de las experiencias más duras en la vida de Kinita Jiménez fue el accidente en carretera viajando a Torremolinos para recibir clases de Tona, la maestra de Danza Española con la que preparó su titulación. Un golpe durísimo del que no tuvo más remedio que reponerse sobreponiéndose a las secuelas y al miedo a la carretera. Ni una cosa ni otra pudieron con ella; había mucho que hacer.



Cuando era un sueño casi inalcanzable tener un Conservatorio de Danza en Almería lo único que se podía hacer era descargar ilusión y trabajo a partes iguales. Eso, y poner a todo el mundo de acuerdo. Evocando aquella etapa, Kinita recuerda con admiración y cariño a José Guirao, por entonces diputado provincial de Cultura. La historia del Conservatorio comenzó en el viejo edificio de Sindicatos, luego, en un inmueble de en Obispo Orberá. Pasado los años, por fin sería una realidad el Conservatorio Profesional de Danza de Almería que lleva su nombre.



Después de tantos años entregada a la Danza, Kinita tiene ya alumnas de todas las edades. Algunas ya han alcanzado la jubilación. Pero es que ella era poco más que una niña cuando comenzó, alternando el trabajo en la consulta de un dentista con las clases de baile en colegios como El Milagro. Más adelante en su propia academia, pero siempre, sin dejar de aprender, de ayudar a muchas personas a salir adelante o, simplemente, a acariciar la felicidad.



El Habibi es un lugar excelente para reconocer a las personas especiales.


Temas relacionados

para ti

en destaque