Imagino que no pararían en Casa Pepe, ese museo de cera del tardofranquismo, pero el estómago tiene razones que el corazón no entiende. Así que los socialistas almerienses movilizados en la romería de carriolas sanchistas enviadas para nutrir la foto con la que Pedro I El Falso quería ilustrar su teatral paréntesis reflexivo, debieron comer en algún otro punto de los 545,4 Km que -según Google- separan la sede socialista almeriense de Pablo Iglesias con la madrileña de Ferraz. Los participantes de ese ‘venid y vamos todos’ se tuvieron que meter seis horas de carretera de ida, tres horas de coros y danzas y otras seis de vuelta. Un palizón que se sumaba a la congoja del que ve depender su cargo y su sueldo del estado anímico de un tipo que, horas antes, había comparecido con impostada gravedad para anunciar que estaba pensando dimitir para no soportar -qué maravilla releer ahora esa carta- la factoría de bulos y fangos de una ultraderecha empeñada en quebrar su ánimo de hombre profundamente enamorado. Lo que no sabían todas estas ‘sanchettes’ de carretera y manta es que el solemne embaucador se estaba riendo fuerte de ellas y ellos. Una vez levantado el secreto del sumario se ha comprobado que cuando Sánchez interpretaba su ‘ser o no ser’ conocía perfectamente que su esposa estaba siendo investigada por un presunto caso de corrupción. Ni estaba triste, ni estaba pensando dimitir: estaba ganando tiempo para preparar la defensa de su sospechosa esposa. Cualquiera que haya sufrido el nivel de desprecio intelectual que propina Sánchez a su tropa se lo pensaría dos veces antes de seguir apoyándole. Pero pierdan toda esperanza: las víctimas del timador de la begocracia, que ahora se dedican a opinar sobre las crisis con Argentina e Israel que ha fabricado su señorito para intentar tapar los líos de la señora Presidenta, serán los primeros en ir a votar a la PSOE el 9-J para salvar al mundo de las malas prácticas de la derecha. No tienen remedio.
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