Si todo se desvaneciera al conocerlo, si todo cambiara cada segundo, ¿cómo sería nuestra vida? La fugacidad asusta. Cabalgar el cambio continuo, dominar la fluidez, ¿qué sentido tiene si tú no eres algo permanente? Parece que la vida es cambio, pero también es permanencia, no podríamos elegir una sin la otra. Volver de clase y encontrarte con que tu casa es otra, tu familia es diferente, así un día tras otro. Cambiar de cara, de voz, de cuerpo, de gustos a cada rato…tener amigos distintos todos los días, gustarte comidas diferentes, ¿cuánto cambio podríamos soportar sin desvanecernos por el vértigo? No, esto no es el argumento de una película de Christopher Nolan sino una de las claves de la filosofía, es un duelo milenario entre Parménides y Heráclito. Necesitamos algo de permanencia para vivir. ¿Cómo podríamos comunicarnos sin un mínimo de lenguaje común transmitido de adultos a niños? ¿Qué son los genes sino permanencia en el cambio?
No hay que ser nacionalista para defender España, su integridad, su continuidad y permanencia. Es un falso argumento repetido que detrás de toda crítica al independentismo catalán esté el nacionalismo español. Es una burda patraña. España es uno de los países más antiguos del planeta, un maravilloso crisol de culturas diferentes con gente abierta y tolerante. He visto con orgullo que Madrid es la nueva capital de Hispanoamérica. Y frente a esto, el independentismo catalán sí bebe de la misma ideología xenófoba que llevó a Europa a la guerra con Hitler. Es una suerte para los españoles que el jefe del Estado sea Felipe VI, que es la garantía de que algo bueno permanecerá en medio del vértigo continuo de embustes interesados. Que dure diez años más y luego Leonor muchos más.
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