El acuerdo del PSOE y el PP para renovar el gobierno de los jueces es una de las mejores noticias que nuestros políticos nos han dado los últimos años. No era cierto el titular que un diario conocido repitió mil veces: el PP no bloqueó la renovación del CGPJ, porque en cualquier acuerdo, todas las partes son igual de responsables de su falta de éxito. Que independentistas, Podemos y VOX coincidan en criticar este pacto es la evidencia de que es bueno. Y desde el punto de vista del bajo politiqueo, cada vez que Pedro Sánchez vuelva a hacer cruces ante “laderechayultraderecha” le podrán recordar que él ha pactado con ella.
Pero voy al fondo del asunto. La Justicia en España es la gran desconocida junto a la ciencia. No hay nada más parecido a la labor científica que el trabajo judicial. Ambas son empresas racionales colectivas y críticas, que avanzan hacia la objetividad por ensayo y error pero siempre con paso público y seguro. A los jueces se los ha ridiculizado y estigmatizado desde la izquierda. Su tópico de que la mayoría de los jueces son fachas es repetido como un dogma, pero en realidad es una falsa coletilla tomada de Marx, para quien el estado de derecho es una farsa alienante que justifica y consolida el capitalismo explotador. La realidad es que los jueces han sido desde 1978 un motor fundamental en la consolidación de avances y derechos ciudadanos. No hacen las leyes, ya que estas vienen del parlamento, donde regularmente se vuelca la participación del pueblo soberano. Defender que los jueces deben ser controlados desde el poder ejecutivo o legislativo por una u otra razón es sencillamente rechazar la democracia, que se construyó desde el siglo XVIII precisamente sobre el pilar de la separación de poderes.
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