Seis mujeres almerienses que gestionan miles de millones y miles de empleos

Carta del director

Foro Ideas que Suman.
Foro Ideas que Suman. Juan Sánchez
Pedro Manuel de La Cruz
20:02 • 06 jul. 2024

Ocurrió en el verano tardío de 1880. Aquella mañana de septiembre Albertina Cebrián Alonso subió los escalones que daban acceso al claustro inquieta por el nerviosismo desconcertado de quien ve hecho realidad un sueño. Ya en la entrada, giró a la izquierda y se dirigió a un aula del primer piso donde le esperaban una hoja de papel en blanco, una pluma y un tintero. Bajo la mirada de Paco Domenech, director del centro, la joven comenzó a escribir sus respuestas sobre aritmética y gramática. Máxima puntuación. Pocos minutos después y rodeada por la cálida belleza del aquel viejo claustro de los Dominicos, Albertina escribió su nombre en la relación de matriculados en el único instituto de la provincia. Acababa de convertirse en la primera almeriense que se matriculaba en un centro de Enseñanza Media.



Un siglo y veinticuatro años más tarde, en la mañana del día después de San Juan, seis mujeres ocupaban el escenario del espléndido edificio que Trinidad Cuartara diseñara en la Puerta de Purchena. El escenario y el protagonismo.



Mercedes Aranda Ibáñez, María Vázquez Aguero, Paz Carreras Seguí, María Castillo Zamora, Ana María Molina Olmo y Rosario Soto Rico (escribo sus dos apellidos de forma intencionada: cuando solo ponemos el primero relegamos a la irrelevancia del olvido el de la madre), estas seis mujeres, digo, no pasarán a la historia por ser pioneras en su desempeño profesional. Mar Vázquez sí lo es por su condición de ser la primera alcaldesa de la capital, pero ella, como sus compañeras de escenario, solo son un punto y seguido en la relación de mujeres las almerienses que les han precedido en la gestión de instituciones públicas y empresas privadas, y a las que seguirán una afortunadamente inevitable relación de puntos y seguidos más.



Aquella mañana en Las Mariposas, mientras escuchaba sus reflexiones, fue cuando recuperé del recuerdo un artículo de Manuel León en el que rescataba desde las páginas de este periódico la pasión por romper techos milenarios de aquella mujer casi adolescente que, después de treinta y cinco años de presencia exclusivamente masculina, logró que el claustro por el que habían paseado centenares de frailes de la orden de santo Domingo de Guamán abriera sus puertas a la inteligencia femenina.



De aquella mañana de 1880 a esta de 2024 ha pasado un rio de acontecimientos que han cambiado la sociedad de una forma que, a veces, puede parecer apresurada, pero que, en realidad, lo que demuestra es lo mucho que ha costado a las mujeres llegar al puerto al que han arribado en una travesía en la que aún quedan muchas millas por navegar.



Las seis mujeres que reflexionaron durante casi dos horas sobre su experiencia profesional en el salón de actos de Cajamar gestionan la inversión de miles de millones de euros, el talento y la innovación de empresas con miles de trabajadores, el desarrollo de una ciudad de más de doscientos mil habitantes y la investigación que será decisiva para que la provincia continúe siendo un referente mundial en la industria agroalimentaria. Que bien suena esta música.



Una música que no hubiera sido posible sin el empuje de otras mujeres que decidieron romper las cadenas que les condenaban a permanecer aisladas en la cárcel invisible de las labores domésticas con los cursos de corte y confección como casi única salida.



Por eso conviene no olvidar que, cuando la palabra feminismo era una excentricidad de sufragistas abandonas al delirio de la igualdad entre hombres y mujeres, la mitad quienes habitaban la provincia no tenían acceso a las enseñanzas medias, ni, en la mayoría de los casos, a la escuela. Hoy, son miles las mujeres que curan enfermedades desde los hospitales, enseñan en los centros de enseñanza y en la Universidad o forman parte de la estructura de dirección o producción en las empresas de la provincia


Hace treinta años, solo treinta años, hubiese sido imposible concebir una mesa sobre el futuro de la provincia integrada solo por mujeres, quizá ni hubieran ocupado una presencia minoritaria. Lo siento por los machistas irremediables, me anima por los que todavía llevamos a cuestas muchos micromachismos irrazonables, pero, sobre todo, me alegro porque el feminismo y su aspiración a la igualdad tiene cada día más acorralado al machismo estúpido y gañan que todavía no se ha dado cuenta que no hay nada más estúpido que poner puertas al campo de la inteligencia ni nada más inútil que despreciar el talento de la mitad de la población. Las seis mujeres que configuraron la mesa del martes después del lunes de san juan es una estampa de cómo han cambiado los tiempos.


Me gusta esa música.


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