La primera mujer almeriense que fue al Instituto

Hija de maestro republicano, le dijo un día al padre: “Papá, yo quiero estudiar como un hombre“

Un aula del Instituto de Almería en los años 30, durante la II República, cuando se permitió que las clases fueran mixtas; arriba, Albertina Cebrián
Un aula del Instituto de Almería en los años 30, durante la II República, cuando se permitió que las clases fueran mixtas; arriba, Albertina Cebrián La Voz
Manuel León
22:03 • 18 may. 2024

Se llamaba Albertina Cebrián Alonso y sin quizá darle demasiada importancia estaba haciendo historia, una pequeña historia almeriense. Fue una mañana de septiembre de 1880 cuando esa muchacha anónima hizo el examen de ingreso en el Instituto de Segunda Enseñanza de Almería. Estaba allí, en una de las aulas que se asomaban al viejo claustro de los Dominicos, respondiendo en un folio blanco a preguntas de aritmética y gramática; estaba allí, mojando con parsimonia la pluma en el tintero, segura de sí misma, ante la mirada severa de Paco Domenech, el director del centro y compañero de su padre. Corrigió con premura el ejercicio dándole la máxima puntuación y la meritoria rellenó, sin más preámbulos, la inscripción en en el centro. Se había convertido en la primera mujer en matricularse en el Instituto de Almería, 35 años después de que se abrieran por primera vez las puertas de esa institución educativa que había estado hasta entonces solo merodeada por hombres.  Por supuesto que Albertina se matriculó en ese tiempo de maricastaña, pero sin poder acceder a las aulas como una alumna más. En esa época tan remota, la mujer podía estudiar en el Instituto, pero en enseñanza doméstica, es decir por libre, a distancia, como en la actual UNED. La sociedad de entonces no estaba aún preparada para que las niñas pudieran compartir pupitre con los niños. Albertina fue un verso suelto en esa Almería decimonónica que aún pensaba, de forma generalizada, que la mujer estaba casi exclusivamente para procrear. Lo de Albertina, la hija don Mariano, fue entendido como un gesto exótico, como un capricho femenino entre tanto proyecto de hombre. Fue Albertina la que abrió ese camino que al curso siguiente fue imitado por una muchacha velezana, Francisca Sola Teresa, también matriculada por libre, que terminó siendo maestra en su pueblo de Vélez Rubio.



Bien es cierto que habría que reseñar antes el intento previo de dos muchachas almerienses por acceder a la segunda enseñanza pero no cristalizó. Fue el protagonizado por Florentina Giménez Aquino, hija del depositario de fondos provinciales, y de Amparo Zapater Biruet, hija del músico de la banda municipal Melchor Zapater. Ambas jóvenes se examinaron de ingreso con una calificación de sobresaliente en 1878, dos cursos antes que Albertina, pero no se llegaron a matricular, desconociéndose la razón. Las dos habían hecho estudios primarios en el Colegio de Las Puras, lo que es la actual UNED, dirigido por Dolores  Vázquez, habiéndose sido su instructor don Manuel Belmonte. La prensa celebraba este tipo de iniciativas singulares para que las hijas de Almería adquirieran instrucción científica más allá de las cuatro reglas, pero lo cierto es que Almería, el país, no estaba aún preparado para estos arrebatos de la mujer por llegar a obtener un título profesional.



Albertina tenía once años cuando se matriculó en el Instituto y a los 16 obtuvo el título de bachiller con calificación de sobresaliente. Era nieta de Mariano Cebrián Aladres, que fue destinado como capitán de Carabineros a Almería, e hija de Mariano Cebrián Rodríguez, profesor y funcionario municipal. Fue una figura destacada en la Almería del XIX, republicano, masón y correligionario de Nicolás Salmerón con el que trabajó como profesor en el Colegio Internacional que fundara en Madrid el prócer alhameño. En Almería, Mariano, con dos hijos y una hija -Mariano, Gaspar y Albertina- contribuyó a fundar la tienda-asilo para los pobres y un colegio privado que él mismo dirigía a partir de 1888. 



Tras ese brote pionero de Albertina, algo empezó a cambiar en la enseñanza en la ciudad de Almería, puesto que en 1885 abrió sus puertos el nuevo Colegio de la Compañía de María para niñas, a la manera de otros en la provincia localizados en Vera, Cuevas y Vélez Rubio. De la vida posterior de Albertina, tras obtener su título de bachiller, poco se ha sabido. En 1895, con 26 años, se casó con el escritor, periodista y concejal madrileño Facundo Dorado y con el intelectual, perteneciente al círculo salmeroniano, se fue a vivir a la Villa y Corte.  Se quedó viuda en 1922 y nunca más se supo de ella, si  alguna vez volvió a su tierra natal, a pasar por delante de ese Instituto, de ese viejo edificio amortizado, que aún se conserva enhiesto, y en el que ella hizo historia siendo la primera mujer que obtuvo título de bachiller en un centro de Almería, un centro legendario por el que pasaron también a lo largo de sus anales personajes  carismáticos como García Lorca, Salmerón, Villaespesa, González Garbín, Florentino Castro, Francisco Sáiz, Manuel Garcia Ferre, José María Artero o Celia Viñas.



El Instituto de Segunda Enseñanza de Almería fue creado por Real Orden de 1844, por impulso del entonces jefe político Joaquín de Vilches. Hasta entonces, solo funcionaba como continuador de la enseñanza primaria, un Instituto de Humanidades y algunas academias privadas como la de don Pantaleón Martín, en la Plaza de San Pedro, según relata el profesor Trino Gómez.



El primer curso del Instituto, que se ubicó en el antiguo y desamortizado convento de los Dominicos, fue el de 1845, hace ahora 180 años, en unos tiempos en los que acudían alumnos de toda la provincia y en los que se sufría mucha carestía, los profesores apenas cobraban, con castigos que ahora nos parecen inhumanos y con propio calabozo. 



En ese lugar, en la actual plaza Pablo Cazard, estuvo el Instituto, hasta que en 1951 se trasladó a la calle Javier Sanz haciendo una permuta con la Escuela de Artes.  En 1963 se dividió en masculino y femenino, con plantas y entradas diferentes. Tres cursos más tarde el uso compartido desapareció: el Femenino quedó en Javier Sanz y el Masculino se trasladó a Ciudad Jardín. En 1976 el Femenino pasó a ser mixto y fue bautizado como Celia Viñas, y el Masculino, como Nicolás Salmerón. Hasta hoy,  144 años después de que Albertina, la inquieta Albertina, la nieta de aquel capitán de carabineros, diera un golpe en la mesa y exclamara: “Papá, yo también quiero estudiar como un hombre”.




Temas relacionados

para ti

en destaque