A cara o cruz en la cultura almeriense

Es mucho el esfuerzo para convencernos de que en Almería se desarrolla una política cultural

Fiesta de bienvenida del Cooltural 2024 en Las Almadrabillas.
Fiesta de bienvenida del Cooltural 2024 en Las Almadrabillas. La Voz
Manuel Sánchez Villanueva
19:42 • 15 sept. 2024

Aunque a lo largo de los años he disfrutado de conciertos memorables, no sé qué tiene la Plaza Vieja de Almería para que sean los allí vividos en verano los que guardo con más cariño en mi memoria.



En cualquier caso, cuando la pasada feria tuve que decidir entre asistir al concierto de Estopa o acudir al de la Orquesta Ciudad de Almería me vinieron a la cabeza dos ideas. La primera, la suerte que supone tener ocasión de elegir entre dos ofertas de esa categoría. La segunda, que, aunque soy un gran seguidor de los hermanos Muñoz, no podía fallar a una de las citas anuales obligadas del cuasi milagro que supone contar en nuestra ciudad con una orquesta del nivel de la OCAL.



Como ya sabrán los lectores, el concierto Épico superó mis expectativas, que ya eran altas. Pero, de forma independiente al mismo, al terminar la actuación de la orquesta sí e hubo algo que no me gustó nada.



De hecho, era la segunda vez que ocurría el pasado verano. Pues ya en la clausura del Festival de Flamenco, también de forma independiente a las actuaciones, al máximo nivel de lo que todavía técnicamente reza como Área de Cultura del consistorio capitalino, intentaron, como dirían en la vega, “meternos dos pies por un zapato” vendiendo una política cultural inexistente. Si en esa ocasión lo dejé pasar, en esta segunda hasta me sentí provocado, pues para ahondar en el desprecio lo hicieron por delegación, siendo un discutible comunicador el que cantó las loas a la corporación, acompañadas por cierto de unos gorgoritos insufribles.



Es mucho el esfuerzo que se está desplegando para convencernos de que en la ciudad de Almería se desarrolla una política cultural acorde a su nivel de capital y por tanto espejo de la provincia. Sin embargo, la verdad desnuda es que hay dudas al respecto. Por poner algún ejemplo, la gestión de la feria del libro es un carajal, las Jornadas del siglo de Oro languidecen, siendo la gran beneficiaria de dicho declive la villa manchega de Almagro. Y si ya hablamos de un foro de las letras como el que gozan Málaga, Granada o Cartagena, aquí la cosa es ya sangrante porque, a pesar del boom de cantidad y calidad que felizmente vive la literatura almeriense, solo recordaré que hay quien ha tenido que recurrir a esconder libros por las calles, intentando llamar la atención sobre la falta de apoyo institucional que vive el sector.



Y mejor correr un tupido velo sobre el ninguneo a los cientos de almerienses que se involucraron en la recreación histórica que se vivió en las calles de la capital a finales de agosto. Lo que sería impensable en el más pequeño pueblo de la sierra, donde cualquier actuación similar está arropada institucionalmente, como no puede ser de otra forma, en una ciudad de casi 200.000 habitantes contó con la sonora ausencia de sus teóricos líderes culturales.



La realidad es que aquí se ha puesto toda la carne en el asador en el binomio turismo de conciertos + playa, minimizando al máximo cualquier manifestación cultural que no entre dentro de dicha fórmula. No lo digo yo, lo anuncian a bombo y platillo los responsables del ramo, con una sinceridad loable pero que casi sugiere cierta prepotencia.



En mi ignorancia, no termino yo de ver qué pinta ese concepto dentro del negociado de cultura. Y en cuanto a la continua afirmación de que la temporada turística capitalina ha sido un éxito gracias a ese factor, albergo mis dudas. Sí tengo claro en cambio que no es eso lo esperado de los gestores culturales, al menos en el resto del mundo civilizado, pues para esos asuntos ya existen áreas específicas que, por cierto, en mi corto entender por estos lares lo están haciendo bastante correctamente. Cierto es que en el fondo no van más allá de centrarse en la función que tienen encomendada, pero parece que en estos tiempos es una obviedad por agradecer.


En cualquier caso, me atrevo a proponer que, mientras vemos si alguien cae en la cuenta de que no es de recibo limitar la vida cultural de una capital de provincia a un “monocultivo”, para evitar pérdidas de tiempo y alinearnos con lo que pretenden los responsables, se podría modificar el título de la concejalía a algo así como “Área de Tradiciones, Fiestas Mayores y Show-business”.


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