¿Están cualificados los médicos y especialistas de Torrecárdenas y el Poniente?

Carta del director

Personal sanitario.
Personal sanitario. La Voz
Pedro Manuel de La Cruz
20:02 • 02 nov. 2024

Cuando hace unos días llegaban a los hospitales de Torrecárdenas y Poniente los primeros estudiantes que cursan el Grado de Medicina en la UAL no pude evitar recordar la polémica que se creó cuando la Junta decidió implantar este grado en Almería. Apostados en el catetismo clasista de la comparación con Granada y en el complejo provinciano del 'si es en Almería los niveles de docencia no alcanzarán los estándares mínimos exigibles', no fueron pocos ni mal situados en las estructuras influyentes los que dispararon fuego a discreción contra la implantación del grado.



La ausencia de autoestima colectiva es una enfermedad almeriense para la que todavía no hemos encontrado una vacuna que la erradique. La autoestima y la envidia disfrazada intencionadamente de sospecha son dos genes que han obstaculizado históricamente cualquier avance y que continúan lastrando cualquier iniciativa



Solo desde la resignada indolencia del 'otros lo harán mejor, nosotros no somos capaces de hacerlo bien' puede entenderse que una de las provincias que más ha cambiado de España en los últimos cuarenta años (si no la que más), continúe instalada en algunos sectores en ese permanente y estúpido complejo de inferioridad colectivo.



Sucedió con la irrupción de los invernaderos, cuando eran los murcianos los que los comercializaban; con la investigación y las semillas, cuando dependíamos de Holanda; con la revolución en el uso del agua, y ahora son los israelíes los que vienen a estudiar cómo lo hacemos; ocurrió con la llegada del cine, cuando no se supo apostar a tiempo por su industria; pasa ahora con el AVE, cuando no son pocos los que no ven su rentabilidad anclados en un síndrome de esquina que nos condena al aislamiento; y ocurrió con la llegada de la Universidad al campus de La Cañada, cuando no fueron pocos los que exhibían su aparente superioridad económica enviando a los hijos a otras universidades como signo de distinción.



Cualquier avance siempre se ha mirado desde ese sector de casino provinciano como una aventura condenada al fracaso, un delirio construido sobre la levedad de la quimera o quizá, y lo que es peor, como una idea a la que hay que desprestigiar porque han sido otros los que la han tenido. La tristeza por el bien ajeno, como definió Antonio Gala a la envidia, siempre ha encontrado un fácil acomodo en las trincheras de los que nunca hicieron mucho por ir más allá de los reducidos límites de sus aspiraciones personales y nunca hicieron nada por la satisfacción de los intereses compartidos.



Afortunadamente ese pesimismo vital, real o malintencionado, está en retirada. Torrecárdenas y Poniente son dos grandes hospitales con profesionales excelentes que dotarán de los mejores conocimientos a los estudiantes de Medicina que ahora llegan a sus plantas para aprender.



De la UAL han salido grandísimos profesionales en distintos campos, ¿por qué no va a suceder lo mismo con el grado en Medicina? De hecho, el cambio de percepción ya está ocurriendo. Los aspirantes a estudiar Medicina con las notas más altas en la PEvAU ya piden la UAL como primera opción, y las solicitudes de traslados desde otras universidades para continuar los estudios de Medicina en Almería supera largamente el centenar. En los hospitales públicos y privados de la provincia hay excelentes profesionales dotados con una acreditada capacitación que están impartiendo docencia práctica a quienes en el futuro los van a curar.



Ya está bien de complejos estúpidos que solo conducen a la resignación. Y resignarse es un camino que solo conduce a la melancolía y al fracaso.


Mi padre, que era un sabio sin más equipaje que las cuatro reglas y su pasión por la lectura, me dijo un día: "Hijo, lo que hace un hombre, lo puede hacer otro, y mejorarlo. Solo es cuestión de proponérselo y esforzarse en hacerlo". Desde aquella mañana de mi adolescencia y el atardecer de su vida, no lo he olvidado ni un solo día, ni uno solo. ¡Cuánto bien lograríamos los almerienses si asumiéramos esa realidad!


Y es que los almerienses no somos más que nadie. Pero tampoco menos. A ver si lo aprendemos de una puñetera vez.


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