Un abrumador 90,2 % de los españoles ve la situación económica de España mala o muy mala, según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) correspondiente al pasado mes de mayo. Y aunque se trata de un porcentaje récord en este tipo de consultas, seguramente usted no se extraña del resultado. Qué otra cosa cabe esperar cuando el barrido del dial de la radio te deja cada mañana para el arrastre y las portadas de la prensa te rematan la mañana. Hemos cambiado el número de la Bestia y el anuncio del Apocalipsis por las cifras de la prima de riesgo y las fluctuaciones del IBEX. Y así, con las tertulias en estado de postración y los editorialistas debatiéndose entre el desmorone y la eutanasia, es normal que el personal acabe teniendo una percepción más bien sombría del panorama nacional. Pero el colofón al soponcio colectivo lo ponen todos estos tipos engolados y pluscuamperfectos que, encima, van y dicen que una eventual victoria de España en la Eurocopa no cambiará en nada el horizonte. Si serán borricos. Ya sabemos que una cosa es el fútbol y otra la bolsa, pero no me cabe la menor duda de que el triunfo de la Selección Nacional puede suponer un asidero emocional, un placebo esférico en forma de gol o lo que usted quiera pensar, pero no estamos como para despreciar una inyección de ánimo e identificación común con algo. Así que no nos pongamos estupendos, que no está el horno para bollos. España necesita un respiro entre tanta incertidumbre y tanto miedo. Si tenemos confianza en nuestros jugadores y en el cuerpo técnico, también debemos tener la convicción necesaria en nuestras posibilidades de salir de esta situación de crisis. Y para ello hay que erradicar la desconfianza y el miedo que parece atenazarnos. “Sólo tenemos que tener miedo del miedo”, decía el presidente Roosevelt en sus famosas charlas radiofónicas a los norteamericanos cuando, a principios de los años treinta, el crack bursátil había sumido a toda la nación en la incertidumbre y la desorientación. Bueno, pues ese mensaje sigue siendo válido. Por eso hoy nuestro único miedo debe ser la selección italiana. Y, pensándolo bien, ni tan siquiera ése.
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