Gracias a la maestría y sensibilidad de Sandra Sabatés, que le dedicó un espacio en El Intermedio, me enteré del Movimiento 4B. La noticia es que este movimiento feminista surcoreano nacido en 2015 está resurgiendo en EE. UU. tras la victoria de Trump, anunciador incansable, además de necio incontestable, de recortes en los derechos tan duramente alcanzados por las mujeres a lo largo de la historia.
No matrimonio, No hijos, No citas, No sexo, son las 4B de este movimiento con el que me solidarizo y del que soy simpatizante. En coreano provienen de las palabras “bilhou”, “bichulsau”, “biyeonae”, “bisekseu”, que se corresponden respectivamente a los lemas dichos en español.
Personalmente es demasiado tarde para mí. No obstante, considero estas cuatro premisas la mayor resistencia contra el patriarcado, mediante la renuncia a los roles tradicionales de esposa y madre.
Cómo me gustaría volver a nacer y ser educada en la libertad de mi desarrollo personal como ser humano y no estar definida ya o predeterminada, sea de una manera consciente o inconsciente, para ser madre y esposa.
Por qué con mi primer gran amor de la adolescencia yo ya quería tener alegremente quinientos hijos y todos se llamarían Luis Fidel, en honor al padre y a Fidel Castro, super influenciada, como se observa, por el realismo mágico de “Cien años de soledad” de García Márquez, y de mi estúpido machismo.
Comprendo a estas mujeres jóvenes estadounidenses seguidoras de este Movimiento. No puede ser que tú hombre me dejes preñada, y yo mujer no pueda abortar porque tus leyes machistas me lo impidan y no reconozcan mi derecho a elegir ser o no madre.
Porque como dijeron en su día estas jóvenes mujeres surcoreanas al ser señaladas por hallarse en edad reproductora, “mi útero no es propiedad del Estado”.
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