Me encantaría jugar al tenis como Rafa Nadal. Soltar raquetazos de veinte megatones de fuerza y que la tierra batida parezca cacao cien por cien natural. Me encantaría escribir tres o cuatro novelas que estén a la altura de un Philip Roth, de un Don Delillo o de un Jonathan Franzen, antes de cumplir los cuarenta. No, mejor antes de tener más barriga. Me encantaría heredar el típico cuadro de Picasso que genera discusiones, algaradas y reuniones pendencieras en el seno de una familia políglota y acomodada. Me encantaría que las camisas blancas recién estrenadas me sentaran tan bien como a Don Draper en la primera temporada de Mad Men. Me encantaría que la batería y los fusibles de mi coche se arrodillaran y me pidieran perdón con lágrimas en los ojos por haberme dejado en la cuneta dos veces en menos de dos semanas. Me encantaría que Fernando Torres recuperara la puntería, metiera el gol histórico de esta Eurocopa, se tatuara mi nombre como muestra ineludible de gratitud y visitara mi barrio para contar lo importante que he sido para él. Me encantaría saber jugar al golf de repente. Saber tocar la guitarra de repente. Saber de fontanería de repente. Saber cocinar como mi madre de repente. Me encantaría que se me agotaran las razones para no salir a correr unos cincuenta minutos cada tarde. Me encantaría que mi padre me dijera: Juan, ya es hora de que sepas por qué hay un millón de dólares en el mueble del comedor. Me encantaría que cuando llegara a casa a las once, la película de las diez no hubiera empezado aún. Me encantaría que alguien que tuviera de sobra un lavavajillas me lo regalara tan tranquilamente. Y, a ser posible, me encantaría encontrar en el interior de ese lavavajillas un ejemplar original de El Lazarillo de Tormes dedicado contenidamente por su autor: Eres grande, Juanma, seguido de un emoticono. Me encantaría que en el garaje de mi comunidad hubiera cobertura 3G o, en su defecto, wifi gratuito. También en las fascinantes excursiones de senderismo salvaje. Me encantaría que pillárais la ironía de esta última frase. Es importante para que se sepa que no vuelvo a hacer senderismo en mi vida. Me encantaría que un hombre desconocido y misterioso me revelara el auténtico sentido de la vida. Todo esto me encantaría. Pero, a decir verdad, lo que quiero es otra cosa bien distinta. Lo que quiero es que esta panda de políticos ineficaces deje de jodernos la vida.
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