No sabía muy bien de donde procedía la especial sensibilidad que siempre había sentido por las artes, pero, además de la creatividad y habilidad para la escultura y la pintura, sentía infinitas ansias de adentrarse por nuevos vericuetos experimentales. Hijo de una afamada actriz de la primera mitad del siglo pasado, cuya huella está escrita con grandes caracteres en las hemerotecas de su país, el nuevo vecino del pueblo decidió fijar su residencia entre las viejas y deterioradas viviendas del núcleo antiguo. Su casa habita en el entorno de la horadada fortaleza musulmana desde la que se vislumbra un paisaje único de los valles almerienses. Esos páramos agonizantes de sed y hambrientos de sombra que han cautivado la vida de este septuagenario artesano que anduvo sus años de juventud envuelto en planos del estudio de arquitectura en el que trabajó. Años de paciente espera le pusieron en la senda del arte con una primera exposición que cautivó a entendidos y aficionados. Estos buenos pasos y la inestimable ayuda de una generosa mecenas abrieron las expectativas de John Walcott, entonces joven escultor, quien anduvo enfrascado en la construcción de diferentes bocetos. Semanas atrás compartimos un viaje a la vecina capital de provincia en la que se clausuraba un certamen de documentales y cortos, al que había sido invitado por medio de otros artistas de diferentes nacionalidades, quienes le habían insistido en que acudiese, al menos a la sesión de clausura. Antes del acto departimos con algunos de los participantes, quienes hablaban a John, mi acompañante, con gran entusiasmo. Concluidos los trámites protocolarios de estos encuentros, dio comienzo la clausura del festival. Con cara circunspecta, los miembros del jurado asentían a las nominaciones que refería el conductor del acto, y que correspondían a las distintas categorías del certamen. Tras los dos últimos títulos clasificados, llegó el momento más esperado. El premio al mejor corto correspondió a la cinta presentada con el titulo “ Letras frustradas”, de Juanjo Ortuño, un joven realizador malagueño. La proyección del filme ganador cerró la sesión. Entre los rayos intermitentes del proyector adiviné el brillo de las lágrimas que regaban las mejillas de John, quien las limpió con cierto disimulo.
De regreso al pueblo no pude evitar preguntar a mi amigo y vecino por su imprevista emotividad. Sus ojos enrojecieron de nuevo y me confesó:” El argumento de la película está basado en mi vida, la del frustrado escritor que nunca fui y de la que mi ex mujer, que como sabes vive en Málaga, era perfecta conocedora”. John ha comenzado a escribir su intensa autobiografía y al fin será escritor.
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