Por desgracia, la actualidad junta lo malo con lo peor. En este caso con lo más triste. Lo triste es que el calendario nos ha devuelto la memoria de 21 vidas cizalladas hace 25 años por la acción criminal de la banda terrorista ETA. Fue un atentado mediante una bomba colocada en el aparcamiento del Hipercor de la Avenida Meridiana de Barcelona. La carga estaba cebada con cien litros de gasolina y polvo de aluminio con la clara intención de provocar una auténtica hecatombe.
La intencionalidad de los terroristas era chantajear a los grandes almacenes para que se avinieran a pagar lo que por la vía del eufemismo se llamaba "impuesto revolucionario". Colocaron la bomba en Barcelona y no en Bilbao por razones obvias: la carga de un coche bomba mata y hiere de manera indiscriminada. Murieron 21 personas y cerca de un centenar resultaron heridas aplastadas por los cascotes o abrasadas por las llamas. Fue una auténtica masacre, y, así lo ha reconocido Rafael Caride Simón, uno de los terroristas que colocaron la bomba a Roberto Manrique, uno de los supervivientes del atentado con el que se ha entrevistado en la cárcel. Caride Simón dice haber comprendido el dolor que causaron. Los actos de recuerdo y homenaje a las víctimas de aquel crimen son la noticia triste de estas horas. La mala noticia hay que buscarla en el Tribunal Constitucional, una de cuyas magistradas, la señora Elisa Pérez Vera, impulsa una ponencia que, caso de ser refrendada, vendría a legalizar a "Sortu", formación política filobatasuna declarada ilegal en su día por el Tribunal Supremo. La coincidencia en el tiempo de estas dos noticias invita por una parte a la melancolía y por otra a preguntarnos en qué manos deposita el Estado los asuntos más sensibles. En resumen, un día triste.
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