Existen coincidencias deplorables, porque invitan a comparaciones grotescas. Y, hete aquí que han coincidido la amnistía fiscal, por parte del Ministerio de Hacienda, invitando a que los defraudadores de postín, o sea, los que han ocultado millones de euros, se conviertan en personas respetables, y no se les tenga en cuenta el grave delito que han cometido y, a la vez, el Ministerio de Trabajo amenaza con multas de hasta 6000 euros a la viuda octogenaria que se olvide de acudir a un tortuoso procedimiento burocrático para dar de alta y de baja, cada mes, a la señora que le ayuda en las tareas doméstica de dos a nueve horas a la semana. Por un lado, alfombra roja a los estafadores de postín, que se tragan los impuestos que pagamos los demás, y se engordan, y, por otro, guerra sin cuartel a la ayuda doméstica parcial.
Porque una cosa es un trabajador fijo, al que no se le da de alta en la Seguridad Social, y otra, este ardor combativo para buscar un puñado de monedas en la escala más modesta, tanto por parte del empleador como del empleado. Esta inmensa y descomunal gilipollez, se le ocurrió a los sindicatos, la adoptó el PSOE, y el PP, con esa falta de criterio que le caracteriza, se la ha tragado, debido al complejo que tienen por ser de derechas. Pero las señoras que van a las casas por unas pocas horas no son de derechas, pero no quieren darse de alta, y se ha cumplido el plazo, y las cifras de altas son tan ridículas como la idea. Imaginarse a un inspector de trabajo, solicitando una orden judicial para entrar en un domicilio, a ver si la señora que riega las plantas en agosto es un pariente o es una trabajadora contratada, entra dentro del esperpento. Pero la gilipollez se mantendrá en contra del sentido común, y no me extrañaría que, en el futuro, las propinas al camarero del restaurante necesiten recibo y paguen el IVA.
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