En la feria, en los mentideros de la ciudad, en la reunión de jubilatas bajo el ficus, sorprendo diariamente la misma liturgia antes de que los parroquianos se vayan a comer. Generalmente le dan un repaso al mundo, analizan el ritmo de la crisis con incidencia en España donde tenemos un gobierno titubeante y unos ministros que se abroncan entre sí. a la vista de todos. Al final, hartos de criticar la coyuntura económica, los reunidos se despiden con un viva Cartagena en el sentido de que por muy mal que vayan las cosas, siempre tendrán el fútbol como aliviadero. El que no se consuela es porque no quiere.
No es que las organizaciones deportivas gocen de mejor salud que el resto de las organizaciones, sino que con la vista puesta en el otoño caliente que ya tenemos encima, si las masas no tuvieran siquiera un Madrid- Barcelona que llevarse a la boca, aquí podría pasar algo gordo. De ahí que todos los presidentes de los equipos, bajo el beneplácito político y el aplauso del gran dinero, se hayan puesto rápidamente de acuerdo para que ruede el balón, aunque otras muchas cosas más importantes no ruedan. No se crea que aquí echamos pestes contra el fútbol. Yo también en tardes de soledad y de agobiante hastío acudo a la televisión para ver un gol mil veces, pero han de convenir conmigo que con ver un balón entrando por la escuadra no se consuela uno de las desgracias de la vida, especialmente las provenientes de los recortes y el IVA. El sistema lo sabe bien. Hay que pagar sumas altísimas a los jugadores como artistas que son del césped con tiza. Hay que mantener toda una superestructura informativa para que llegue con todo detalle la vida y milagros de los jugadores. Y sobre todo, hay que ponerlos por encima del resto de los demás creadores, porque esos sí que se quejan amargamente de lo mal que está el país.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/31303/la-liga