El futuro es, al parecer, esto, y pinta así de mal. Regresando de las vacaciones, a donde se regresa es a ese futuro que se parece tanto al pasado, y que por eso no se conquista, sino que se regresa. Y habría que regresar mucho para encontrarse un país tan desestructurado, tan inhabitable, tan injusto.
Señala Rubalcaba que con el nuevo engorde del IVA, un cuaderno escolar tributa lo mismo que un yate. Pero es verdad, como también lo es que pretendiendo vender la retirada de la tarjeta sanitaria a los inmigrantes "sin papeles" como un intento de acabar con el "turismo sanitario" de los guiris del Norte, el Gobierno no desciende otro peldaño en la escala de la ignominia porque no puede. No le quedan más peldaños. En Rodiezmo, donde los dirigentes socialistas recuperan por un día la memoria, y se acuerdan de que son socialistas, o de que lo fueron, se clamó contra el actual estado de cosas y contra el Gobierno que las precipita al abismo, pero donde más se clamó fue en Pontevedra, a donde acudió Rajoy para pedir la reelección de Alberto Núñez Feijóo como presidente de la Xunta, aunque si acude mucho, acabará cegándole todas las posibilidades de lograrlo.
Ser gallego no basta para ser bien recibido en Galicia. Así se lo recordaron al registrador de la propiedad en excedencia cientos de estafados de NovaGalicia, jubilados y ancianos en su mayor parte, que ven en él no al paisano, sino al tipo que no sólo no les socorre como un presidente de Gobierno puede, sino que da carta de naturaleza a esa estafa y patente de corso a quienes lo perpetraron.
En este acelerado regreso al futuro, en dos tacadas nos van poner en el siglo XIX, si es que no en los años 40 del siglo siguiente. Con otra estética, se vislumbra el retorno del gasógeno, del Auxilio Social y de los sabañones. Al futuro, la gente quiere ir, pero no regresar, y menos en semejante compañía.
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