Un enemigo del pueblo

Andan los jerarcas del Partido Popular, al parecer, muy preocupados por la defección de muchos de sus votantes, pues su Gobierno, en pleno "crack" financiero, está exhibiendo una rara habilidad para indignar a todo el mundo, al propio y al ajeno. 

Salvo los taxistas de Madrid, que consiguieron rápidamente neutralizar las medidas que iban contra sus intereses con un motín callejero de gran aparato y virulencia, y salvo los ricos, con los parece no ir la cosa, el resto de los españoles abomina de la errática y devastadora política gubernamental que consiste, sobre todo, en meter la mano en los bolsillos, en las nóminas, en los subsidios y en los ahorros de la gente.   Pero este Rajoy y lo que representa no es un enemigo del pueblo al estilo del doctor Stokmann de la obra de Ibsen. Nada que ver. Stokmann representa la decencia, la ética, la integridad moral y profesional: denuncia que las aguas del balneario, establecimiento que proporciona pingues beneficios a los ricos del pueblo, están infectadas. Las fuerzas vivas se lo quieren comer vivo, y las muertas, también. Se queda solo, y tiene que exiliarse del pueblo con su familia. Nada que ver. Solo el título. 

Aunque en algo se emparentan la obra de Ibsen y la realidad española: en la primera, la mayoría, que quiere silenciar la insalubridad de las aguas para seguir ganando dinero, se equivoca, y en la segunda, votando a mansalva a ese señor tan poco preparado y a sus colaboradores tan despiadados con los humildes, la mayoría se equivocó también. Muchos votantes del PP lo dicen: se equivocaron. Y añaden el "nunca más" que en muchos casos, dada la tenaz incondicionalidad del colectivo, se quedará en el "hasta las próximas elecciones". Pero en otros casos, muchos también, la defección será real e irreversible. Y eso les preocupa a los jerarcas del PP. Más, por lo visto, que el calvario que le están haciendo vivir a tanta gente.