El teatro Apolo fue de nuevo el lugar escogido por los amigos de La Voz de Almería para presentar el libro del periodista Jacinto Castillo: "Plaza de Toros de Almería, 125 años de pasión". La nueva publicación viene a unirse a "Memoria Compartida" de Eduardo D. Vicente, que ha conseguido uno de los éxitos editoriales más importantes de los últimos años. Castillo cuenta la evolución de la Plaza desde su inauguración en 1888, una obra que se convirtió en un acontecimiento mítico, pues no solo se construyó en poco tiempo, sino que dio trabajo a mucha gente en una Almería depauperada.
El libro ha sabido recoger, con sencillez torera y con la humildad del escéptico, el mundo social que se movía alrededor de los toros, y la significación de los cronistas de la época, desde Chaquetilla, Caireles, Pacorro, Volapié, Joselito, Luis Criado hasta los más actuales, Medina, Benjamín, Aguilera y tantos otros. Y es que el universo taurino no se puede entender sin los excelentes narradores con los que siempre ha contado, maestros como Vicente Zavala en las páginas de Abc o Joaquín Vidal en El País. En el acto de presentación se tuvo un cálido recuerdo al desaparecido Abelardo Alzuelta, cronista habitual de la Feria.
Tal como éramos
En "Plaza de Toros", aparece viva la Almería de finales de los sesenta con la llegada numerosa de gente de los pueblos que iba a cambiar el paisaje humano de la ciudad. Esas clases populares emergentes serían participes importantes de aquellos eventos taurinos, cuando todavía la televisión no existía y los toros eran el espectáculo social y festivo más importante que se celebraba en la capital. Aquella Almería urbana de camareros, aguadores, limpiabotas, extraperlistas, boxeadores, viejos toreros y personajes de todo tipo que pululaban alrededor del Mercado Central, la puerta del Español y el Imperial.
Para la chiquillería de la época, todo lo que se relacionaba con La Plaza tenía que ver con un mundo de héroes -los toreros- y una alegría festiva llena de emociones. Claro que la única forma de vivir aquello, de saber lo que ocurría dentro de ese edificio monumental, era colarse. Los había valientes, casi temerarios, que lo hacían a escalada libre, por la Puerta de Sol. Mientras los demás nos conformábamos con hacerlo por el ventanal que da a la Puerta Grande, encontrándonos la mayoría de las veces suspendidos en la pared con los grises a caballo abajo, los conserjes arriba, y todos ellos con gesto amenazador.
Tarde de mitos
De aquellos tiempos permanecen en la memoria popular almeriense las tardes de gloria de unos toreros que fueron legendarios en la tauromaquia desde Paco Camino, Diego Puerta y Santiago Martín el Viti, al que revolucionó la Fiesta El Cordobés, un fenómeno de masas que ya representaba a un país que salía del subdesarrollo. Otros hábitos hicieron particular la plaza almeriense, pues aunque después ha ido generalizándose, la merienda y el tiempo que se detenía la corrida terminaba siendo otra fiesta social donde se compartía comida y alegría. Y al final ir a ver la salida de los toros era una costumbre que se convertía en una procesión con los toreros triunfadores a hombros. Emociones y sensaciones que forman parte del universo taurino almeriense.
Fin de época
Los toros viven momentos difíciles en su transición a esta modernidad globalizadora que no se sabe a dónde nos va a llevar. Sin entrar en la batalla dialéctica de toros si o
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