La Agencia Tributaria ha dado a conocer la exitosa campaña contra el fraude en el presente ejercicio, traducida en unos ingresos extras de 6500 millones respecto al año anterior. Un dato que contrasta con la escasísima eficacia de la ofensiva amnistía fiscal que apenas ha recaudado 50 millones, un 2% de lo que Hacienda pretendía recuperar de potenciales defraudadores arrepentidos. La operación ha sido muy eficaz porque con un incremento del 10% de las inspecciones se ha logrado un aumento de la recaudación del 25%. Y ha demostrado, además, que el gen defraudador es universal y habita tanto en los poseedores de grandes fortunas como en el resto.
Sólo en el yacimiento de las viviendas alquiladas, la Agencia Tributaria ha podido descubrir que en algunas zonas el 75% de las casas oficialmente desocupadas estaban siendo alquiladas en la sombra. El informe es demoledor y ha quedado oscurecido por otras noticias, desde la entrevista a Rajoy hasta la manifestación independentista de Barcelona, pasando por la nueva chispa de violencia en países de mayoría musulmana. Pero no debería. Porque al margen de la eficacia recaudadora en un país que tiene las arcas vacías, envía un mensaje al defraudador y demuestra que en equilibrio de las cuentas existen nuevas vías al margen de los recortes y de la creciente presión impositiva. El que busca, encuentra. Y la frase ha quedado demostrada en los últimos años con la creación y la actuación de la Fiscalía Anticorrupción o con unidades policiales especializadas en delitos concretos como la pederastia. No es que hoy haya más políticos o empresarios corruptos, ni que haya crecido el número de hombres que buscan relaciones con menores. Sencillamente los hemos buscado y, poco a poco, los vamos encontrando
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