El líder de Batasuna, Arnaldo Otegi, anuncia la publicación de un libro/homilía -en nada casual coincidencia con un proceso electoral- en el que, al parecer, pide disculpas a las familias de las víctimas de ETA si en su labor como portavoz de la formación ilegalizada “les ha añadido dolor o humillación”.
Digo lo de “al parecer” porque de los extractos que ha avanzado el periódico favorito de los asesinos, el “Gara”, sólo se deduce que este tío quiere disfrazarse ahora de Teresa de Calcuta. De arrepentimiento, nada. Que un terrorista se excuse o acuda a las más alambicadas explicaciones para convertir la sangre en pintura roja no puede sorprender ya a nadie. Tampoco sorprende que los corifeos de este terrorista reconvertido en apóstol hayan salido en tromba para señalarnos la calidad humana del gesto y el giro indudable que para la situación general de la Causa suponen las palabras de este bellaco. Pues bien, quienes quieran ver indicios de abatimiento, de sincero dolor o de bochorno retrospectivo en las palabras de Otegui están en su derecho. Pero que no cuenten conmigo para comprar esta burra o colaborar en este nuevo intento de “lifting” político. Y es que no hay en las palabras de este delincuente el menor asomo de condena por lo que sus compañeros han hecho durante tantos años: asesinar, secuestrar, extorsionar e impedir la convivencia por métodos mafiosos. Es cierto que matan las balas y no las palabras, pero no es menos cierto que hay palabras que impulsan los proyectiles más que la pólvora. Así que, Arnaldo, tuturú. Y disculpe.
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