La reciente celebración del Día de la Fiesta Nacional sugiere, quizás hoy de un modo más acusado, la serena proclamación de la vigencia del legado constitucional que, desde la unidad, nos ha permitido a todos los españoles el progreso y la convivencia en un marco de libertad y democracia. Hemos recorrido de este modo un largo trayecto en la historia común de España que, de modo alguno, podemos permitirnos el lujo de poner en entredicho por las apetencias y extravagancias de determinados grupos políticos que, de modo irresponsable, han decidido instalarse en la confrontación separatista. Creo que frente a esa deriva, España debe reaccionar como nación reafirmando la validez de un modelo nacional cada vez más unido e integrado dentro de una Europa también cada vez más unida e integrada. Y dado que el signo de los tiempos marca la convergencia hacia un marco europeo más unificado en lo político, en lo económico y en lo fiscal, carecen de viabilidad propuestas que, al discurrir en sentido diametralmente opuesto, sólo pueden tacharse de disparatadas. Vivimos unos momentos especialmente delicados en los que el conjunto de la sociedad española reclama de sus representantes públicos un ejercicio sosegado de sentido común que permita sentar las bases de la superación de la crisis económica. Por tanto, movilizaciones o pronunciamientos de corte secesionista no hacen más que deteriorar nuestra imagen en el exterior y sumar obstáculos al objetivo común del crecimiento y la generación de empleo. Empecinarse en reescribir la historia, en buscar el agravio permanente y en sembrar divisiones no es el camino. Ni ahora, ni nunca. Los almerienses, como andaluces y españoles que somos, compartimos con naturalidad los sentimientos locales con el orgullo de formar parte de una vieja y gran nación como España. Y esa nación necesita en estos momentos estabilidad y calma para que se puedan atender eficazmente las cuestiones prioritarias, que son las necesidades de las personas y las familias. Olvidarse de eso y centrar nuestras energías en viejos debates nos resta eficacia a la hora de trabajar para afrontar la crisis económica, recuperar nuestra economía y crear empleo. No obstante, quiero aprovechar la reciente celebración de nuestra Fiesta Nacional para trasladar un mensaje de confianza y optimismo en el futuro común de España. Es el momento de no dar cabida al desánimo, al pesimismo y, a lo que es peor, a la indiferencia. Nos preocupa España porque es nuestro marco común de pasado, de presente y de futuro. Y por eso queremos para nuestro país un futuro común de esfuerzo y trabajo en el que tendremos más éxito cuanto más unidos estemos. España saldrá antes de esta encrucijada si procuramos el entendimiento y la convivencia antes que la división, la incertidumbre y la fractura.
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