Siempre se dijo: lo más valioso de una nación son sus hombres y mujeres. O como lo describía Charlot señalándose la frente con el dedo índice: la verdadera riqueza está aquí. Aquí, aquí, caray nadie lo diría pensando en la actual situación de España. La clase media de este país arrastraba una frustración histórica. Y era que sus hijos pudieran tener acceso a los estudios universitarios como la más adecuada herramienta para romper el muro clasista que entorpecía la mejora social.
Las familias gastaron gran parte de sus ahorros en educación superior; estaban escaldadas y tenían miedo de que sus hijos solo sirvieran para albañiles o para vendedores de pizzas a domicilio. Cada provincia levantó su universidad al empuje electoralista de la democracia y cuando ya teníamos una juventud preparada como nunca y hasta con viajes y con idiomas, vino la crisis y los dejó sin esperanza de encontrar trabajo en su propia tierra. Leo ahora dos noticias que internamente se complementan: una es que la educación secundaria pública está de huelga contra los recortes.
La otra es que España encabeza el fracaso escolar y juvenil en toda la eurozona. Y todavía una tercera: l77.000 españoles han emigrado al extranjero desde 2011. Ya no es la boina y la maleta de cartón la nota sociológica de los que toman las de Villadiego. Estos jóvenes son investigadores, ingenieros, farmacéuticos, arquitectos, enfermeros, abogados, economistas, etcétera. El país ha invertido mucho dinero en la formación y capacitación de este valioso capital humano que ahora se marcha fuera para provecho extranjero. Si unimos el dinero que se marcha hacia paraísos fiscales junto al capital humano que fluye para la capacidad productiva de otros países tendrían razón los que auguran largas desgracias socioeconómicas para las generaciones futuras.
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