Quemar curas

Quemar curas

Jose Fernández
23:23 • 20 oct. 2012

Los que creían que abrir el insondable cajón en el que habíamos pactado sedimentar la acumulación de espantos, miserias e injusticias de nuestra última guerra civil no tendría efectos secundarios, podrán estar viendo, digo yo, el alcance de su desacierto. Sobre todo porque la apertura de esa Caja de Pandora, iniciada por el presidente Zapatero de un modo tan frívolo como sectario, no ha servido nada más que para volver a situar en paralelo a la actualidad cotidiana hechos sucedidos hace casi ochenta años, en un innecesario y extemporáneo ejercicio de comparación, inaudito en los países de nuestro entorno. 


   En este sentido, sería muy instructivo que quienes han aplaudido y defendido la maniobra de afrontar la reactivación de una cuestión histórica con planteamientos de política de partido, ofreciesen alguna impresión o valoración del reciente intento de asalto de un colegio religioso en Mérida por parte de un grupo de cretinos que entraron al colegio buscando curas para quemarlos, o al menos eso era lo que gritaban. Algo no se habrá hecho bien, digo yo, cuando unos zangolotinos imberbes quieren sentirse orgullosos depositarios y continuadores de una de las páginas más lamentables de nuestra historia reciente. 


   Pero que yo sepa, ninguno de los sostenedores de la llamada memoria histórica ha salido a decir algo. Me malicio que ese silencio no habría sido el mismo si a otro grupete de imbéciles le hubiera dado por completar su jornada de pellas reivindicativas destrozando una librería, como orgullosos depositarios del reverso de la sinrazón colectiva que asoló a España hace muchos años. En todo caso convendrán conmigo en la necesidad de reclamar un poco más de mesura, un poco más de prudencia y un poco más de sentido común a la hora de hacer declaraciones (a los dos días otro idiota salía en un parlamento autonómico hablando de abuelos y nietos) convocar protestas y, en definitiva, caldear el ambiente. Una cosa es promover un otoño caliente esperando la caída del voto y otra bien distinta darle una caja de cerillas al primer mono que pase delante de un polvorín.







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