La bola mágica

La bola mágica

José Luis Masegosa
22:44 • 28 oct. 2012

La niña despierta y se encuentra junto a una bola mágica de color azul que irradia destellos por doquier. Está recostada sobre la piedra de cantera que cubre el pavimento de la explanada de la Basílica de las Mercedes. El sol y los trinos de las aves alumbran la mañana estival de Oria. Es el inicio del cortometraje La Bola Mágica de Oria, del cineasta Mark Maxwell, que él ha querido dar a conocer a los vecinos de este pueblo antes que a nadie, pues a fin de cuentas son los protagonistas de la cinta.
Alejandra Sánchez Díaz, sonríe con su mella dental, cuando afirma que le ha encantado la experiencia de actuar ante la cámara, pues, además, lo ha hecho como si hubiera vivido su corta existencia de tan solo siete años entre platós  y atrezzos. Aún atraída, no se siente lo suficientemente cautivada para pensar en un futuro dedicado al celuloide, pero no será por falta de cualidades , de entrega y de recursos. Su actuación ante la cámara de Maxwell está plagada de naturalidad y contagiada de espontaneidad, pues  pareciera que el papel de  protagonista principal de este corto estuviera  pensado para ella. Lo cierto es que para convencerla de que asumiera el papel de primera figura de esta curiosa cinta que convierte las callejas y plazas orialeñas en mágicos escenarios de un sueño para todos, fue necesaria la colaboración familiar y el regalo por parte de su hermana Lourdes de unas gafas de bucear. Alejandra estudia segundo curso de Primaria y tiene claro que quiere ser profesora de gimnasia, a pesar de que dice que ha disfrutado mucho con su intervención en esta película.
Con una cuidada ambientación, el argumento del filme transcurre en escenarios naturales del pueblo almeriense, en cuyos arrabales la pequeña Alejandra queda dormida junto a su inseparable “bola mágica”, que le es arrebatada por unos anónimos niños que transitan por el lugar. Desesperada, la niña inicia una infatigable búsqueda por todos los rincones de la localidad, en donde pregunta a diestra y siniestra, a vecinos y transeúntes. Alejandra recorre gran parte de los establecimientos comerciales del municipio, sin éxito. Cabizbaja, pensativa y frustrada, la pequeña regresa a la explanada frente a la Basílica, en donde descubre que un grupo de niños juega con su bola mágica como si de una vulgar pelota de tratara.  Pronto se hace de su peculiar “amuleto” y recobra la felicidad, pero la bola ha de seguir su misterioso destino y vuela al infinito del municipio entre una deslumbrante nube de estrellas. La pequeña regresa también a la realidad cotidiana del resto de vecinos que intervienen en la pelicula, que concluye con las sesudas reflexiones de un anciano paisano, Miguel Pérez, a lomos de su jumenta. La cinta del autor de “Naturaleza Muerta”, presente en los festivales de Cannes y Los Angeles, entre otros, es un canto a la inocencia, a la ilusión, a la cotidianeidad rural y a la magia. Magia de una bola en la que fuera del papel no cree su protagonista, pero que le ha hechizado. Es la Bola Mágica de Oria.







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