En las alturas de CiU hablan de "consulta sobre el derecho a decidir" asumiendo que hablar de "referéndum sobre la independencia" les coloca fuera de la Constitución y, por lo tanto, al margen de la ley. Aunque es grande el desorden introducido en el sistema por Artur Mas al asumir el discurso secesionista, hay indicios de que en Cataluña se ha rebajado algo la presión política ambiental. Quizás como reflejo de los resultados de las encuestas en las que CiU roza, pero no alcanza la mayoría absoluta.
Del aplomo con el que escenificaron al día siguiente de la "Diada" la colocación de CiU al frente de quienes reclaman la independencia de Cataluña -"porque España nos roba"-, han pasado a plantear cábalas sobre el posible escenario que se abrirá tras los comicios del día 25. Artur Mas tiene un plan "B". Habría previsto un repliegue táctico en el caso de que CiU no consiga la mayoría parlamentaria que persigue con el discurso independentista. Ante esa eventualidad -según me comentaba ayer un dirigente de esta coalición-, descartan cualquier acuerdo con el PP y lo que prevén es una etapa complicada en la que gobernarían en solitario buscando, según las circunstancias, el apoyo de ERC o del PSC.
Pactar con los republicanos es una opción vista con recelo porque les obligaría a acelerar los plazos de la consulta referendaria comprometida y son conscientes de que hipotecarían su iniciativa política. Para mi interlocutor, el escenario más plausible cristalizaría alrededor de un acuerdo con los socialistas del PSC; acuerdo sobre la base de no liarse con la consulta en los primeros tiempos de la nueva legislatura. Le comenté a mi interlocutor que para semejante viaje me parecía innecesario tanto desgarro y tanto ruido. No me contestó, pero tampoco me dijo que estuviera equivocado.
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