La Junta de Andalucía acaba de admitir oficialmente en la presentación de su Presupuesto que no podrá hacer el anunciado hospital materno-infantil que, según sus propias promesas, debería estar desde 2011 dando servicio a las familias almerienses. Estamos hablando, recuerden, del único centro sanitario del mundo que tuvo antes maqueta que proyecto. Tan insólito proceso se justificaba en la querencia narcótica por la fotografía de los entonces dirigentes juntandalucistas, consumados especialistas en revestir sus trolas con alardes tipográficos y marquetería verbal, que no dudaron en comparecer ante los medios con la maqueta de algo que aún no existía ni en los planos. Es decir, que era lo mismo que si se hubieran presentado en la rueda de prensa con la granja de Pin y Pon. Pero del retraso se pasa ahora a la renuncia sin que nadie ofrezca más explicaciones que las que siempre acaban prendiendo de la barba de Mariano I el Maléfico, archienemigo del progreso andaluz. Pero eso sí: al mismo tiempo que se tira la toalla en este servicio básico para la sanidad de los almerienses, la Junta ha pedido al obispado almeriense la retirada de los símbolos franquistas de la catedral. La petición ha sido cursada por la Oficina de la Vicepresidencia de la Junta en Almería, lo cual nos ha permitido descubrir (además de la existencia misma de esta oficina o chiringuito o koljós para amiguetes) que en la viña del señor Chaves los socios de Izquierda Unida han sido llamados a los desempeños más pintorescos. Allá cada cual con sus impresiones, pero ver que el gobierno andaluz puede, al mismo tiempo, renunciar a lo que de verdad importa a la gente mientras dedica recursos públicos a sufragarse la curación de psicodramas privados, resulta cuando menos chocante. La gente quiere que las madres den a luz en las mejores condiciones y que los niños vengan al mundo con salud antes que preocuparse por si en los muros de los edificios sus tatarabuelos esculpieron los símbolos propios de su tiempo, como el escudo de la II República que todavía luce a la entrada del obispado y del que nadie discute nada. A ver si sabemos distinguir entre las prioridades y las paridas.
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